Monseñor, ¿Cuál es su evaluación de la Iglesia diocesana el 2014?
Es tradicional que a fines de año en los diferentes ambientes y sectores de la vida de la sociedad y de la Iglesia se haga lo que se llama evaluar: ver cómo fue el año con sus luces, sus sombras y con sus desafíos. Esto, en la Iglesia también se hace, aunque, primero quisiera señalar que la evaluación en último término la hace Dios. Nosotros lo que tenemos que hacer es ser fieles a nuestra tarea y a nuestra misión, pero vivimos en una realidad que nos supera. San Pablo decía que: nuestra misión es sembrar, pero el fruto de esa siembra corresponde a Dios y la cosecha también es de Dios. San Pablo decía el que siembra y riega es alguien, pero el que hace crecer la semilla es Dios. Teniendo como telón de fondo este principio fundamental, yo diría que la acción pastoral más significativa del año procuró ser la Misión Territorial, es decir, hacer vida lo que ya nuestro Sínodo había señalado y que el papa Francisco insiste con tanta fuerza, que es una Iglesia en salida, una Iglesia que va hacia los hermanos, que busca el encuentro con todos los hombres y mujeres para escucharles, amarles, tener una cercanía con ellos, y, especialmente, estar más cerca de los pobres y de los que sufren. Donde se realizó la Misión con mucha entrega y generosidad por parte de los misioneros mucho de esto se ha vivido. Creo que lo importante es que esta dimensión de la Misión Territorial continúe permanentemente, porque ese era uno de los grandes objetivos. La Misión no termina el año 2014, lo importante es que en cada parroquial, movimiento, colegio se constituya un grupo de personas que durante todo el año, de una manera organizada, visiten hogares; y aquellas personas que sienten un llamado especial para integrarse a la Iglesia se vayan organizando en pequeños grupos de 10 ó 12 cristianos, que llamaremos comunidades cristianas de base, y que se reúnan una vez al mes según las posibilidades de cada uno, para seguir profundizando el Evangelio. En síntesis, destacaría la Misión Territorial como uno de los logros mayores, con la gracia de Dios, por lo que significó ir al encuentro de los hermanos.
Monseñor, en relación a los temas valóricos que también estuvieron en la palestra durante el 2014, ¿Cuál es su evaluación en relación a este tema?
Sin duda que ese debate está comenzando y va a continuar durante el 2015, especialmente en relación a proyectos de ley de despenalización del aborto, algunos también hablan de Eutanasia, otros están hablando del hoy llamado PUC, Pacto de Unión Civil, que antes se denominó Acuerdo de Vida en Pareja, son todos temas que están en el debate de la cultura actual y que como creyentes debemos aportar desde la razón argumentos sólidos para mantener nuestra visión del mundo de estas realidades. Para nosotros la vida es sagrada desde su origen hasta su fin natural, y el amor humano se expresa en la unión de un hombre y una mujer, constituyendo familias donde los hijos pueden tener un ambiente de profundo amor y desarrollo integral, pero, sin duda, que frente a estas otras realidades hoy surgen propuestas distintas a la visión de la Iglesia. Yo tengo confianza en que este debate se haga con altura, con respeto de unos para con toros, y que con argumentos de razón más que con argumentos de fe, que nosotros sin duda los tenemos, pero también hay que argumentar desde la razón y defender los principios que para nosotros son sustanciales en el desarrollo de la vida social. Es un debate que va a continuar y tendremos que aportar con sencillez, con verdad, humildad y profundo respeto hacia las otras miradas y confiando en que prime el diálogo y la cordura, y que las leyes que puedan generarse sean lo más convenientes para construir un país centrado en los grandes principios y valores que, me parece a mí, la gran mayoría del país también tiene desde la fe cristiana.