Cada año con el Adviento se inicia un nuevo año litúrgico que recorre toda la vida, pasión y resurrección de Cristo. El Adviento son cuatro semanas previas a Navidad, para preparar justamente la venida de Jesucristo, el hijo de Dios, el redentor de la humanidad, que nació en Belén. Es un tiempo de esperanza, de alegría. Todo el Antiguo Testamento hablaba de la promesa de Dios, que enviaría al Mesías, al redentor. Por eso cada Navidad celebramos el recuerdo histórico del Cristo que vino hace casi 2000 años, pero también celebramos en la Eucaristía, en la palabra de Dios, en los sacramentos, en el rostro del hermano el Cristo que viene hoy. Adviento recuerda el Cristo que vendrá. Nuestra Fe señala la segunda venida de Cristo, cuando El haga definitivamente todo bueno y entregue a Dios, su padre, la humanidad redimida en plenitud, por eso es un tiempo gozoso, de esperanza, de conversión para acoger a Cristo y a su evangelio.
¿Cómo debemos vivir los católicos este tiempo?
Yo diría que hay tres personas antecesoras a nosotros que nos ayudan a vivir la espiritualidad del Adviento: el profeta Isaías, quien casi 7 siglos antes vaticina la venida del Mesías, San Juan Bautistas, que es el último profeta del Antiguo Testamento, quien va a preparar los caminos de Cristo y quien asegura que detrás suyo viene alguien que es más grande; y María, la Virgen, que con un corazón generoso, aceptando la voluntad de Dios, le presta su cuerpo para que de ella nazca el redentor.
Isaías, Juan Bautista y María son los grandes personajes de Adviento que culminará con la llegada de Jesús, el redentor del mundo. Estos tres grandes creyentes de la historia nos muestran lo que Dios puede hacer cuando uno confía plenamente en su amor y acepta su voluntad en la propia vida