La celebración fue en el gimnasio de Chépica y nadie quería faltar, porque este, sin duda, es un hito, un acto de esperanza para abrir nuevamente las puertas de su templo. A la salida de la Eucaristía, presidida por el Obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, se escuchaba: “estamos contentos, recontentos, y emocionados”, mientras entre ellos se felicitaban por este acontecimiento.
Y es que trabajaron, y, mucho, para alcanzar esta meta: formaron una agrupación de amigos de la parroquia de Chépica; otros aportaron en forma silenciosa para financiar el proyecto que se presentó al Consejo Regional, gracias a un articulado especialmente aprobado por este año para restaurar los recintos destruidos por el terremoto y que son privados de uso público como las parroquias; la municipalidad también estuvo presente en todo momento y así lo reconocen todos.
En definitiva, un pueblo entero unido por la fe, la esperanza de tener nuevamente su templo, porque aunque todos reconocen que ellos son la Iglesia, necesitan un lugar para reunirse y encontrarse con el Señor.
Por su parte, el párroco de Chépica, Claudio Fuenzalida, señaló que “esta es una ceremonia cargada de esperanza, porque la gente amaba mucho a su templo y ellos quieren que ese templo los vuelva a cobijar, para celebrar sus bautizos, sus matrimonios y despedir a sus difuntos.
El sacerdote continuó: “Elegimos este día de solemnidad, donde celebramos a nuestro patrono, San Antonio de Padua, porque la gente le tiene mucha devoción y, las dos cosas están ligadas, porque cuando pones un patrono es éste el que preside el lugar de culto y, por lo tanto, no podían celebrarse las cosas separadas”.
“A la gente de Chépica, dijo el padre Claudio Fuenzalida- la definiría en dos palabras: como muy piadosa y respetuosa del sacerdote, entonces ellos siempre en la medida de lo posible siempre colaboran.