El obispo de Rancagua, monseñor Guillermo Vera Soto, celebró el viernes 28 de abril, a las 12 horas, una Eucaristía por el Día del Trabajo. Esta se realizó en la Catedral de Rancagua y a ella asistieron diversas autoridades regionales y locales. Además, de representantes de diferentes gremios de trabajadores de la región de O’Higgins.
En la oportunidad, se destacó el trabajo como una de las dimensiones más importantes de la vida humana y parte integrante de nuestra fe. Por ello, se invitó a todos a acompañar con oración a todos los trabajadores que viven en la Diócesis.
En la Eucaristía, los trabajadores representantes de diferentes rubros participaron activamente. Es así como los trabajadores de la salud quisieron adherirse a la celebración de acción de gracias, presentando el ofertorio con los elementos propios de su trabajo.
Tras la oración y bendición del obispo de Rancagua, se agradeció por el don del trabajo.
LA HOMILÍA
En su homilía el obispo de Rancagua señaló que “el trabajo es un don de Dios, un bien del hombre. Una vida sin trabajo se corrompe, y en el trabajo el hombre se hace más hombre. El trabajo es consecuencia del mandato de dominar la tierra dado por Dios a la humanidad. Tiene un especialísimo valor el ejemplo de trabajo que nos dio Jesús a lo largo de la mayor parte de su vida. De los treinta y tres años que pasa en la tierra, treinta los vivió como un hombre más, en medio de una vida ordinaria de trabajo”.
Agregó que “Jesús nos enseña con su ejemplo que todo trabajo nos puede llevar hacia Dios; cualquier trabajo digno y noble en lo humano puede convertirse en un quehacer divino. Para la gran mayoría de las personas, ser santo supone santificar el propio trabajo (es decir: hacerlo bien, bajo la mirada de Dios, ofreciendo su trabajo a Dios, haciéndolo con alegría y fortaleza). Los hombres y las mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia”.
El pastor diocesano destacó que “el hombre es para el trabajo y no el trabajo para el hombre” por lo que “Cristo no aprobará jamás que el hombre sea considerado o se considere así mismo solamente como un instrumento de producción; que sea apreciado, estimado y valorado según ese principio ¡Cristo no lo aprobará jamás! Por esto se ha hecho clavar en la cruz, como sobre el frontispicio de la gran historia espiritual del hombre. Para oponerse a cualquier degradación del hombre, también a la degradación mediante el trabajo. De esto deben acordarse tanto los trabajadores como los que proporcionan trabajo; tanto el sistema laboral, como el de la retribución. Lo deben recordar el Estado, la nación y la Iglesia”.
Al finalizar su homilía, dijo: “Hermanos y hermanas trabajadoras, que el Señor les bendiga a ustedes y sus familias y que Él mueva el corazón de todos los que pueden crear fuentes de trabajo digno, para que cada hombre y mujer contando con esta bendición se sepa colaborando en la obra creadora de Dios”.