Yo fui ordenado sacerdote en 1966 y esperaba trabajar toda mi vida en mi ciudad natal en Punta Arenas, pero el año 1979 el Papa Juan Pablo II me llamó al episcopado y, obviamente que asumí esa realidad y desde entonces que fui ordenado por el Papa Juan Pablo II, hoy santo, he dedicado mi vida al episcopado. Trabajé 12 años en Concepción, colaborando con tres arzobispos y durante un tiempo como jefe de la Iglesia, cuando renunció por enfermedad el tercer arzobispo. Después fui colaborador del obispo de Talca por tres años y medio. A continuación, por 10 años estuve en Osorno y ya voy a completar 14 años en la diócesis de Rancagua. Cuando uno hace una mirada retrospectiva cabe dar gracias a Dios, y a tanta gente de estas ciudades donde he servido y que han colaborado con mi ministerio pastoral. Ser obispo es una mayor exigencia de servicio no es un honor, es simplemente asumir una tarea de construcción de una Iglesia diocesana para juntos con los hermanos laicos, sacerdotes, consagrados y creyentes tratar de realizar proyecto del Evangelio en la realidad donde uno sirve. Por eso quiero bendecir a Dios y a tanta gente que me ha ayudado en mi misión de pastor en todas las realidades que he vivido como obispo y también obviamente esos trece años como sacerdote en mi Punta Arenas natal.
El Vicario General de la Diócesis, padre Gabriel Becerra, ha invitado a la comunidad a una misa el domingo 27, a las 11:00 horas, en la Catedral y lo hermoso de esa misa, además de adorar y dar gracias a Dios, es que también vamos a tener once candidatos al diaconado permanente que dan el primer paso en su proyecto de formación. Es una gracia de Dios muy maravillosa que en ese día que celebro 38 años de ministerio episcopal, Dios esté regalándonos -de aquí a algunos años- once hombres casados al ministerio diaconal. Por otra parte, también estamos asumiendo los desafíos actuales de nuestra Iglesia. Evangelizar en esta hora no es fácil, vivimos una realidad cultural que muchas veces es contraria al Evangelio, pero trabajamos con entusiasmo y con fe, porque éste es el tiempo que Dios nos ha dado para evangelizar, y todo tiempo es tiempo de gracia, así que hay mucho entusiasmo, por ejemplo, en el proyecto del Sínodo de los Jóvenes que se va a realizar próximo año en Roma y que tenemos que preparar en cada diócesis; también en la catequesis en todas las formas; la Pastoral Social, en la preocupación por los más pobres, por los que sufren, por los enfermos, por la gente que tiene menos recursos, a través de diversos proyectos. En fin, la tarea es gigantesca y seguiremos realizando todo lo que podemos para evangelizar y para mostrar con obras concretas que la preocupación de la Iglesia es por todas las realidades humanas, porque nada de lo humano es ajeno a la Iglesia. Quiero agradecer a todos por su oración en estos días, con ocasión de este nuevo aniversario de consagración episcopal.