La fiesta de Pentecostés es la culminación del tiempo pascual. Nuestra fe nos dice que Jesucristo muerto y resucitado completa su misión prometiendo la presencia del Espíritu Santo. Nosotros sabemos por revelación de Jesucristo que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo y al cumplir su misión en la tierra Jesús promete que va a enviar al Espíritu Santo para que acompañe en la fe a los creyentes y la vida de la comunidad cristiana de la Iglesia hasta el fin de la historia. De ahí que la fe cristiana cree firmemente que más allá de la fragilidad de cada uno de nosotros la Iglesia persistirá en el tiempo hasta el fin de la historia, porque la anima la fuerza del Espíritu que fortaleció la fe de los apóstoles, en el primer Pentecostés y de la Virgen María y de todos los que ya creían en Jesucristo. Por lo tanto, es una fiesta de esperanza porque tenemos la certeza de que Dios en su Espíritu estará con nosotros hasta el fin. De ahí que esta fiesta es la culminación de este tiempo pascual con la presencia de la fuerza del Espíritu que nos acompaña y nos guiará permanentemente.
Es una tradición que existe desde hace mucho tiempo que se prepara especialmente en el mundo de los jóvenes con oraciones especiales, algunas durante todo la noche, para prepararse a celebrar y acoger el Espíritu Santo que llega. Justamente las grandes festividades de la Iglesia, Pentecostés es una de ellas, van acompañadas de estas vigilias para preparar el corazón y el espíritu, para acoger el don de Dios que viene a transformarnos para vivir en serio el mensaje de Jesús. Para vivir en plenitud la fuerza del Evangelio se necesita de la gracia de Dios y esa gracia de Dios nos viene a través del Espíritu Santo. Por eso, en muchas parroquias las comunidades de adultos y de jóvenes se reúnen para orar, para celebrar, a través de lecturas bíblicas y oraciones especiales, esa espera del Espíritu Santo que Jesús ha prometido y que estará siempre con nosotros. La fuerza del Espíritu es la que nos acompaña en medio de las dificultades de la vida y nos da esa fuerza y esa luz para actuar como cristiano aún en medio de situaciones complejas que vive el mundo que muchas veces rechaza los valores del Evangelio y de los valores que el Espíritu Santo nos transmite. Por eso, la vigila es un momento de preparación para acoger ese don de la fuerza del Espíritu Santo.