La historia de la Diócesis de Rancagua refleja una profunda sintonía con los tiempos y desafíos de la Iglesia universal. Fundada en 1925, ha sido pastoreada por siete obispos, cada uno sirviendo bajo distintos pontífices, desde Pío XI hasta el recientemente electo Papa León XIV, el cardenal estadounidense Robert Prevost.
El primer obispo, monseñor Rafael Lira Infante, fue nombrado por Pío XI y más tarde transferido a Valparaíso. Le sucedió Eduardo Larraín Cordovez, cuya gestión de más de 30 años abarcó los pontificados de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, coincidiendo con momentos tan significativos como la Segunda Guerra Mundial y el Concilio Vaticano II.
Alejandro Durán Moreira asumió en 1970 y convivió con los breves pero intensos pontificados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Luego, Jorge Medina Estévez lideró la diócesis hasta 1997, también bajo Juan Pablo II, antes de ser trasladado nuevamente a Valparaíso.
En 1993, Francisco Javier Prado Aránguiz, sacerdote de los Sagrados Corazones, fue nombrado obispo por Juan Pablo II y permaneció hasta 2004, cuando lo reemplazó monseñor Alejandro Goic Karmelic. Este último vivió las transiciones hacia los pontificados de Benedicto XVI y Francisco.
Desde 2021, monseñor Guillermo Vera Soto guía a la diócesis. Nombrado por el Papa Francisco, continúa actualmente su ministerio bajo el nuevo Papa León XIV, elegido el 8 de mayo de 2025.
La línea sucesoria de los obispos rancagüinos no solo representa la continuidad pastoral de una iglesia local, sino también un reflejo fiel de la historia reciente del catolicismo, en constante diálogo con los cambios globales, sociales y espirituales del último siglo.