El Monasterio Santa María de Miraflores, de la Congregación de los Trapenses se convirtió, el pasado 30 de noviembre, en Abadía, siendo bendecido por el Obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, su primer Abad, el R.P. Francisco Javier Lagos Ramírez, quien fue elegido por los monjes con votos solemnes tras un intenso proceso de oración y diálogo.
El Monasterio Trapense, con presencia durante 20 años en la región de O’Higgins (fue trasladado desde Santiago a Codegua, en 1986), cumplía con todos los requisitos para convertirse en Abadía, tales como la cantidad de monjes (actualmente la comunidad está formada por 25: 10 sacerdotes y 15 hermanos religiosos); estabilidad en el lugar, madurez espiritual y humana, entre otros.
Es así, como tras un intenso proceso de oración y diálogos dentro de la comunidad, fueron los propios monjes con votos solemnes quienes eligieron al Abad, responsabilidad que recayó en quien fuera desde el 26 de enero de 2010 y hasta el día 30 de noviembre, el superior de la comunidad Santa María de Miraflores, Francisco Javier Lagos Ramírez.
La celebración
El Obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, señaló durante la homilía que “nos reunimos con gozo en esta celebración eucarística, para implorar de Dios nuestro Padre su bendición sobre nuestro hermano Francisco Javier, constituido primer Abad de este querido Monasterio Trapense “Santa María de Miraflores”.
Agregó que “la Santa regla señala: ‘El Abad que es digno de regir un monasterio debe acordarse siempre del título que se le da y cumplir con hechos el nombre de superior. En efecto, la fe nos dice que hace las veces de Cristo en el Monasterio (R.B. 2, 1-2). Es por ello que en esta Eucaristía, el Abad recibe, por parte de la Iglesia, una bendición especial en orden a la misión de servicio a su comunidad. Y lo hacemos en fiesta de un Apóstol –San Andrés- uno de los amigos elegidos por Jesús, uno de los doce apóstoles. Hoy, es Francisco Javier, elegido por Jesucristo para animar a sus hermanos de comunidad en el amor a Dios y en el amor fraterno”.
Recalcó que “esta bendición abacial ocurre, además, en este Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI. La fe es un camino que debe ser recorrido y redescubierto a lo largo de toda la vida. Se cruza ese umbral, la puerta de la fe, cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida (Porta Fidei 1).
El pastor diocesano recalcó que “un Monasterio como éste es un testimonio de fe. Cada uno de los hermanos que aquí viven ha escuchado la llamada del Señor a un seguimiento radical y en totalidad. El Monasterio nos muestra la primacía y centralidad de Dios. Es un don inmenso para toda la Iglesia, en particular, para nuestra Diócesis. Y el Abad en el Monasterio es un padre que debe gobernar a sus discípulos con doble doctrina, esto es, debe enseñar todo lo bueno y lo santo más con obras que con palabras”.
“El Abad y cada monje es un testigo de fe. La fe –enfatizó el Obispo de Rancagua- es creer en la palabra de Dios y acoger la novedad de Dios; es escuchar y obedecer; es confiar y poner en las manos del único en el cual vale la pena confiar; es tener la esperanza que nos impulsa a ser buscadores de Dios; es ser fiel. La fe –nos dice Benedicto XVI- es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros”.
Los signos
Tras la homilía, el Obispo realizó al primer Abad del Monasterio un examen sobre los motivos y condiciones para el servicio de Abad. Tras responder a estas consultas, el R.P. Francisco Javier se extendió en el piso frente al altar, mientras de fondo se escuchan las Letanías de los Santos.
Al terminar éstas, el Abad se puso de pie y se arrodilló ante el pastor diocesano, quien con las manos extendidas, rezó pidiendo a Dios, Padre Todopoderoso la bendición, para que inspire y colme del Espíritu Santo y sus dones a primer Abad del Monasterio.
Acabada la oración de bendición, el Obispo entregó al Abad el libro de la Regla, el anillo y el báculo pastoral; luego le fue entregado un jarro de agua y una toalla para en un signo de humildad lavara los pies de tres de sus hermanos; y posteriormente intercambiar abrazos de paz con el Obispo diocesano, y los hermanos de su comunidad.
De esta forma fue bendecido el primer Abad del Monasterio Santa María de Miraflores de la comunidad Trapense, el R.P. Francisco Javier Lagos Ramírez.