El devastador terremoto del 27F en la Diócesis de Rancagua dejó una estela de daños materiales, además de tristeza y sufrimiento en la comunidad. Pudimos ver templos que quedaron reducidos a montañas de piedras, como el de La Compañía, y eso causó mucho pesar en la comunidad.
Es que el templo parroquial tiene su principal valor en el uso religioso, para actividades litúrgicas y de práctica espiritual de las comunidades. En ese uso adquiere un alto significado para muchas familias ya que allí han vivido experiencias altamente significativas para ellas: el bautismo de sus hijos, el velorio de sus difuntos, el matrimonio, las fiestas y el consuelo. Además, suele tener uso social como centro cultural de actividades propias de la comunidad que se realizan en sus dependencias adyacentes.
Este vínculo de afecto con el templo llevó a las comunidades a trabajar, con entusiasmo y esfuerzo, por su recuperación, en conjunto con párrocos, el Obispado, donantes y el Estado.
Panorama de destrucción
En síntesis, de los 64 templos existentes en la época, destruyó totalmente 6 y otros 10 quedaron tan dañados que hubo que demolerlos. A ellos se debe agregar otros 22 con daños estructurales graves que requerían una intervención mayor.
De los restantes 26 templos parroquiales 10 pudieron seguir funcionando de inmediato porque no tuvieron daños o los tuvieron muy menores. En tanto que los otros 16 presentaban daños cuya gravedad no eran tanta y varios de ellos pudieron ser arreglados con el esfuerzo de las mismas comunidades parroquiales.
Para enfrentar este escenario el obispo Alejandro Goic creó la Fundación La Santa Cruz para apoyar las gestiones necesarias para la recuperación de los templos en toda la diócesis cuyo territorio casi coincide con el de la Región de O’Higgins: sólo queda fuera la comuna de Navidad que no corresponde a la diócesis de Rancagua.
De ese modo, cuando el Estado abrió posibilidades de postular templos para su recuperación, a través de la Municipalidad respectiva, la Fundación La Santa Cruz preparó una cartera de 26 templos para ser postulados a fondos del Estado para su recuperación.
De ellos, entre 2013 y 2019 se recuperaron 22 templos, 3 de ellos monumentos nacionales (Guacarhue, Lolol y Convento La Merced).
Dentro de la misma categoría de Monumentos Nacionales, la Iglesia de Nuestra Señora de La Merced de Codegua está en obras para su recuperación, que está programada concluir a mediados del próximo año; y quedan pendientes los templos de Coinco, San Francisco de San Fernando y Zúñiga. Cabe señalar que estos dos últimos aún no tienen financiamiento aprobado por el GORE y sus antecedentes están siendo tramitados en los organismos pertinentes.
Otros aportes
Además del valioso aporte del Estado, hubo muchas personas y empresas, instituciones y organizaciones chilenas que hicieron aportes significativos. Todos los proyectos de arquitectura e ingeniería para cada uno de los templos fueron hechos por profesionales cuyos honorarios fueron pagados por aportes de familias y recaudación de la misma comunidad en cada parroquia. Se trata de poco más de 40 templos. Se estima que el monto de ese financiamiento sobrepasó los mil millones de pesos. Sólo se excluye en este aspecto, a los monumentos nacionales que, excepto Zúñiga, sus proyectos de arquitectura fueron licitados en una etapa previa a su ejecución, con aporte del Estado.
En ese contexto, tres templos fueron totalmente reconstruidos con aportes de privados (empresas, fundaciones, personas individuales). Se trata de las sedes parroquiales de Santa Cruz, Tinguiririca y Litueche. Los montos aportados por privados para la reconstrucción o restauración de templos alcanzan los 10 mil millones de pesos.
De acuerdo a lo indicado por Roberto Urbina, secretario ejecutivo de la Fundación La Santa Cruz, “las comunidades, con sus párrocos a la cabeza, han cumplido un rol clave: recaudar el dinero para financiar el diseño de los proyectos que ha permitido postular a fondos para la ejecución de las obras de inmediato. Eso fue determinante. Además, han hecho aportes económicos importantes y han conseguido donantes locales para cifras mayores. También algunas instituciones de Santiago, empresarios y organismos de cooperación internacional han cooperado.
Lo pendiente
Con respecto al trabajo que queda, Roberto Urbina señala que “quedan pendientes 3 templos monumentos nacionales cuya recuperación es responsabilidad del Estado. Son los de Coinco, Zúñiga y San Francisco de San Fernando. Es incomprensible, a veces hasta irritante, que 12 años después aún el Estado no pueda asumir esta responsabilidad. El caso de San Francisco es dramático, salvo el trabajo del Municipio de San Fernando, no hay más y el apoyo de los organismos del Gobierno Regional ha sido mínimo, lento y entorpecedor. Además, hay otros dos templos que no son monumentos nacionales y también están pendientes: la capilla de La Torina, en Pichidegua, cuyo plano original fue hecho por el arquitecto Toesca, el mismo de La Moneda; y la sede parroquial de Santa Gemita, en Rancagua, demolida y que está siendo reconstruida con el esfuerzo único de su comunidad”.
Sin duda, después de un proceso de recuperación que ha sido ejemplar en el país, estos 4 templos aún esperan su oportunidad. Especial preocupación provoca que tres de ellos son monumentos nacionales, lo que les otorga un valor patrimonial especial.