Los derechos humanos para un cristiano y para toda persona de buena voluntad son parte esencial de la vida. Los que creemos en Cristo, Él nos enseñó que el principal mandamiento es amar a Dios y amar al prójimo. Por lo tanto, el respeto a la dignidad humana para los cristianos tiene un fundamento bíblico: cada ser humano es un hijo de Dios y todo lo bueno que le hacemos a ese ser humano se lo hacemos a Dios, pero además todo lo malo que hagamos en contra del ser humano también lo hacemos en contra de Dios, porque Él se identifica con cada ser humano. Por lo tanto, para los creyentes la defensa de los derechos humanos tiene como fundamento principal la biblia, la palabra de Jesucristo, el hijo de Dios en el nuevo testamento. De ahí que nosotros tenemos una visión antropológica en que el hombre, cada ser humano, en cualquier condiciones que esté, es lo más sagrado e importante. Respetar sus derechos y también insistir en sus deberes, porque a cada derecho humano corresponde un deber humano: si yo pido que me respeten yo también debo respetar, es el deber correlativo al derecho humano respectivo.
Hoy en nuestro mundo se habla mucho de los derechos humanos, sin embargo, en la práctica se desprecian algunos valores fundamentales, por ejemplo, cuando no se respeta el derecho a la vida desde su origen; cuando en las políticas sociales no se privilegia a los trabajadores más humildes y más pobres, con salarios dignos. Ahí, hay violaciones a los derechos humanos. El mundo ha progresado mucho, pero lamentablemente hay ciertas organizaciones internacionales que deberían ser las primeras en defender la dignidad humana. No obstante, por una antropología no correcta, se evita vivir los grandes valores de la vida desde su origen hasta su fin natural. Sabemos que hay legislaciones que permiten la eutanasia, el aborto libre, entonces se dice que la sociedad es moderna, pero por otro lado se crean leyes que contradicen los derechos fundamentales del ser humano, creo que por la falta de una verdadera antropología, que coloque a la persona humana en el centro de la existencia. Por eso, más allá de tal o cual ley que destruyen la naturaleza humana, nosotros seguiremos trabajando por amar y respetar la vida desde sus orígenes hasta su fin natural y en todas las etapas de la vida. Esa es la gran tarea en el mundo actual. En ese espíritu invito a todos los creyentes y personas de buena voluntad a trabajar por una sociedad que realmente respete los derechos humanos de todos, especialmente de lo más vulnerables.