La Conferencia Episcopal de Chile en las asambleas del año pasado se planteó qué hacer después de la visita del Papa. Sin duda, que todo lo que el Papa nos ha señalado en sus diferentes homilías y discursos deben ser profundizados, analizados y tomados en cuenta en los proyectos pastorales nacionales y diocesanos. Pero esta decisión se tomó para que en el año 2018, después de la visita del Papa, asumiendo todo lo que él nos ha dicho, pueda también fortalecerse el tema de la Eucaristía. La Eucaristía como dice el Concilio Vaticano II es la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana. La Eucaristía es el centro del encuentro con Jesucristo de cada persona, de cada comunidad cristiana. Hace muchos años que no se realiza un Congreso Eucarístico y ahí reside su importancia, queremos que todas las comunidades católicas de Chile valoricen profundamente el misterio del cuerpo y sangre derramada por Jesús para la salvación del mundo y que se genere un gran amor a Jesucristo y desde él hacia los hermanos. La Eucaristía tiene esa dimensión que se proyecta en la vida de cada día: cuando el ministro nos envía al término de ella es para que durante esa semana cada uno sea presencia de Cristo en su hogar, en su trabajo, en sus organizaciones. Por eso preparamos un programa que fortalezca la fe en Jesús presente en la Eucaristía y fortalecer todas las expresiones de amor cristiano y de servicio a los demás.
La visita del Papa Francisco, creo fue una visita de Jesús. El Papa no hizo más que recordar cosas esenciales del Evangelio: la preocupación por la paz, por la justicia, el respeto hacia los pueblos originarios, el amor a nuestro prójimo, a los niños, a los ancianos más abandonados, etc. En ese sentido, sin duda, que necesitamos renovarnos. Nadie es tan buen cristiano que no puede ser hoy mejor que ayer. Por lo tanto, renovarse es una exigencia profunda de nuestra fidelidad al Evangelio. Creo que las enseñanzas del Papa debemos tratar de traducirlas en nuestra vida personal y pastoral. Aquí hay desafíos enormes. Lo que les dijo a las internas, por ejemplo, que ellas han perdido su libertad, pero jamás van a perder su dignidad de personas. Y sabemos que hoy en nuestra Patria hay muchas personas que carecen de dignidad, porque no se les escucha, porque son humildes o pobres, etc. Es ahí donde la Iglesia debe, a través de su organización pastoral, buscar caminos para estar cerca de estas realidades humanas y sensibilizar a la opinión nacional, para que contribuya en una acción más decidida en la dignificación de las personas, especialmente de las más vulnerables. La Eucaristía y la vida son dos realidades muy unidas. Por eso, el año Eucarístico tiene que llevarnos a un amor a Cristo, que se vuelve vida y compromiso en las realidades concretas.