Esta exhortación apostólica es un documento muy actual. La crisis que vivimos como Iglesia en el último tiempo es una crisis de santidad, de tomar en serio el Evangelio de Jesús y, con la gracia de Dios, procurar vivirlo. El documento se llama “Gaudete et Exsultate”, que significa “Alegraos y regocijaos” y nos coloca de cara al llamado a la santidad en la sociedad actual, es decir, los que tenemos el don de la fe estamos llamados a reproducir en nuestras vidas, el pensamiento, las palabras y la acción de Jesús. En eso consiste la santidad cristiana, en seguir a Jesús y procurar vivir según los grandes valores que nos dejó en el Evangelio. Este documento tiene la particularidad que es muy sencillo, es muy válido para toda la gente que cree y que quiere seguir a Jesús en serio, mujeres consagradas y pastores, cada uno según su propia vocación. Este documento nos invita a caminar en el proyecto de Jesús, porque lo que ha hecho crisis en nuestra Iglesia en este tiempo es que nos hemos apartado, unos más unos menos, del proyecto de Jesús. Esta palabra tan oportuna del Papa es un llamado a volver a ese proyecto, y a ser -como lo proclaman los apóstoles después de la resurrección- sus testigos, hombres y mujeres, para que con sus vidas proclamen eso.
La exhortación propone elementos tradicionales de la piedad y de la espiritualidad cristiana: la oración, la lectura de la palabra de Dios, la práctica de los sacramentos, etc, y también nos recuerda que el que dice que ama a Dios, pero no ama a su prójimo, miente. Por eso propone un camino de espiritualidad para todos con particularidades según la propia vocación. Distinta será la espiritualidad del hombre o mujer casado a la de un pastor, sacerdote, obispo o diácono. Cualquiera sea la vocación, el Papa nos recuerda que el llamado a ser santo es universal, y la santidad no es hacer cosas raras, sino manifestar el amor a Dios a través de los elementos propios de la espiritualidad cristiana y que éste se manifieste en el amor al prójimo. Nos recuerda, por ejemplo, que defender la vida es un deber ineludible, pero que también es un deber ineludible defender la vida de los pobres, de los que tienen menos, de los que sufren -lo que el Papa llama- los descartados, los que no son considerados para nada en la sociedad, es decir, nos invita a cada uno, según la propia vocación, a tener una actitud real de amor a Dios y que ésta se traduzca en real amor al prójimo. Cuando uno comprende esto, evidentemente que nunca le haría daño a nadie como en el último tiempo ha ocurrido. Por eso me parece que esta exhortación es un don muy grande y que ojalá todos los bautizados la conozcamos, la profundicemos y, con la gracia de Dios, la practiquemos.