Hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Es un día muy especial de oración y reflexión, que nos lleva a un fuerte compromiso de fortalecimiento de nuestra identidad como cristianos.
Somos cristianos desde el día de nuestro bautismo. Desde ese momento estamos recibiendo el Espíritu Santo que está en Cristo haciéndonos participar de su misma vida. La vida del Hijos de Dio. Somos hijos de Dios. Esta es nuestra dignidad más grande. Así, por el Espíritu Santo que recibimos, injertados en el Hijo, podemos vivir en las entrañas del Padre.
Somos un cuerpo con Cristo. Con toda claridad nos lo dice San Pablo: “Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido el mismo Espíritu en el bautismo, a fin de formar un solo cuerpo; y también todos participamos del mismo Espíritu" (1 Cor. 12, 12 – 13).
San Pablo sigue explicando la consecuencia que esta realidad conlleva para nuestro comportamiento. Cada miembro tiene su propia función dentro del cuerpo pero cada uno actúa en bien de todo el cuerpo y si un miembro sufre todos los demás ofrecen su servicio para bien de todo el cuerpo.
Este Cuerpo de Cristo es la Iglesia, formando entre todos un solo pueblo. Somos el Pueblo de Dios, animados por el Espíritu Santo que nos impulsa a caminar en dirección al Reino de Dios, a través de las diversas situaciones que vamos encontrando en nuestra vida.
Nosotros somos el Pueblo de Dios que camina en Rancagua, en la Sexta Región de Chile. Y nuestro deber es caminar sin producir dispersión, somos un Pueblo que es Cuerpo de Cristo. Cada uno, según los dones y cualidades que Dios le ha dado, debe colocar su servicio para descubrir lo que nos dice el Espíritu y caminar juntos por el camino por el Espíritu nos vaya llevando. Somos concaminantes por el mismo camino, Nuestro Camino.
La situación en la que nos encontramos en este momento en la Diócesis de Rancagua es dolorosa. Precisamente porque no hemos sabido caminar como Pueblo de Dios. No hemos sabido actuar como incumbe a nuestro ministerio, con la actitud de servicio que corresponde, y así hemos sido acusados de autoritarismo y otros graves desvíos. Esto ha producido mucho daño, sufrimiento y desconcierto.
No nos podemos quedar así. Desde la situación en que nos encontramos tenemos que levantarnos. En nuestra Diócesis tenemos muchas personas muy buenas, como se ha podido comprobar en estos momentos de prueba que no solo no se han dejado llevar por una reacción de desprecio hacia los que cayeron o desaliento, sino que, más bien han tomado una actitud de oración y de asumir servicios para salir adelante con el esfuerzo de todos. Estos laicos y laicas con su ejemplar testimonio han hecho visible su gran capacidad de compromiso que es necesario mantener en el camino a seguir.
Un ejemplo especial nos entregan los fieles devotos en la piedad que se vive en nuestros santuarios a la Virgen María y a los santos, especialmente a Santa Rosa de Pelequén y otros. Todos ellos tienen mucho que decirnos en la fidelidad a la fe firme.
En medio de esta vida del Pueblo de Dios diocesano siempre hemos de tener presente el valioso aporte de la vida religiosa y el gran significado de la vida monástica contemplativa.
Gracias a Dios, en estos momentos en los que fácilmente se descalifica a los sacerdotes, existe también otra reacción que reconoce el gran y sacrificado servicio de los sacerdotes que con sincera generosidad gastan su vida en el ministerio vivido con toda fidelidad al Señor.
En consecuencia, en medio del dolor que nos produce la realidad vivida en estos días, lo que vemos es que tenemos muchas posibilidades de levantarnos con fuerza si somos dóciles al Espíritu, miembros del mismo Cuerpo de Cristo, actuamos como Pueblo de Dios sin perdernos en el camino que todos juntos tenemos que caminar.
En este contexto, es una gracia muy grande la Carta del 31 de mayo, recién pasado, que el Santo Padre Francisco dirigida “Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”. Es una carta cuyo contenido es de gran riqueza que hemos de estudiar oportunamente. Pero ahora quiero hacer referencia a lo que nos dice para terminar. Para nosotros es totalmente providencial. Dice así:
“Queridos hermanos, comenzaba esta carta diciéndoles que apelar a Ustedes no es un recurso funcional o un gesto de buena voluntad, por el contrario, es invocar la unción que como Pueblo de Dios poseen. Con Ustedes se podrán dar los pasos necesarios para una renovación y conversión eclesial que sea sana y a largo plazo. Con Ustedes se podrá generar La transformación necesaria que tanto se necesita. Sin Ustedes no se puede hacer nada. Exhorto a todo el Santo Pueblo fiel de Dios que vive en Chile a no tener miedo de involucrarse y caminar impulsado por el Espíritu en la búsqueda de una Iglesia cada día más sinodal, profética y esperanzadora; menos abusiva porque sabe poner a Jesús en el centro, en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado” (n. 7).
Se trata, por tanto de una exhortación “a todo el Santo Pueblo de Dios que vive en Chile” para caminar con el impulso del Espíritu buscando una Iglesia “cada día más sinodal” que sea cada vez más “profética y esperanzadora; menos abusiva porque sabe poner a Jesús en el centro, en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado”.
Es un llamado para el Pueblo de Dios en todo Chile. Sin duda la Conferencia Episcopal estudiará la forma de responder en el ámbito nacional, pero en ese ámbito la respuesta tendrá sentido en la medida que cada Diócesis actúe con decisión.
Dada la situación concreta de nuestra Diócesis y considerando absolutamente providencial el llamado del Santo Padre para caminar como Pueblo de Dios en orden a “dar los pasos necesarios para una renovación y conversión eclesial que sea sana y a largo plazo” y llegar así a una institución “sinodal”, no se ve necesario que tengamos que demorar para iniciar a recorrer este camino que, sin duda serpa largo y tendremos que recorrer por etapas.
Por todo ello, en el día de hoy, solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, acogiendo la invitación que nos hace el Papa Francisco, convoco al Santo Pueblo de Dios para iniciar el camino que hemos de recorrer en forma “cada día más sinodal” hasta llegar a dejar institucionalizada la sinodalidad.
Para dar el primer paso, espero, con la ayuda de asesores poder formar en breve un Consejo Sinodal de carácter deliberativo con miembros que representen al Pueblo de Dios y que podrá ir creciendo en número, según vayamos dando pasos.
Recemos todos para ser firmes para seguir el llamado que el Santo Padre hace a “todo el Santo Pueblo fiel de Dios que vive en Chile [en Rancagua] a no tener miedo de involucrarse y caminar impulsado por el Espíritu”. ¡Ánimo!- Somos miembros del Cuerpo de Cristo, Pueblo que camina por el mundo anunciando designios de salvación especialmente a los pobres que están debajo de la mesa de la vida.
Como Obispo, Centinela que hace Vigilia también la noche, puedo anunciarles lo que veo : ¡¡ AMANECE!!