El Papa Francisco nos ha entregado tres documentos que destacaría. La meditación que nos dio a todos los obispos cuando estuvimos en Roma, la carta enviada a los obispos de Chile y la Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile. Estos tres documentos se pueden unificar en una idea central: la Iglesia tiene que volver al centro de su existencia, a la persona de Jesús y del Evangelio.
Muchas veces los cristianos hemos puesto en el centro otras realidades, incluso a la iglesia misma y la Iglesia es un medio para dar a conocer a Jesús. En la diócesis estamos pensando editar estos documentos con preguntas y hacer jornadas de reflexión con los laicos, mujeres consagradas, diáconos y sacerdotes, para preguntarnos qué es lo que nos está diciendo a través de su palabra y del Evangelio, especialmente, y de quien es su vicario aquí en la tierra, el Papa Francisco.
Creo que ahí está el camino de renovación de nuestra iglesia, volver a recuperar el centro, sólo Jesús es señor, sólo Jesús es el salvador. No hay otro nombre en el que el hombre tenga salvación sino es en el nombre bendito de Jesús.
En los tres documentos que el Papa nos ha enviado desde abril a la fecha podemos encontrar esa idea central y además él insiste mucho en la tercera carta del santo pueblo de Dios que peregrina en Chile, es decir, todos los bautizados en la iglesia católica, son iglesia y los pastores hemos de estar al servicio de ese pueblo como hermanos, como iguales, como pecadores perdonados por el amor de Dios, como somos todos los seres humanos.
La Iglesia tiene que escuchar a todos sus hijos. Yo he tenido la experiencia durante estos días de visitar diez de las parroquias que están en una situación especial por la acusación que pesa sobre sus párrocos y que investiga la justicia civil y la justicia eclesiástica y lo que más he hecho es escuchar las preguntas que me hacen, los comentarios que me dan.
Eses es el camino, todos somos hijos de la Iglesia, nadie es mejor que el otro, todos somos hermanos y cada uno de nosotros de una u otra manera ha sido parte de esta crisis, porque lo que ha hecho crisis es la infidelidad a Jesús y el Evangelio. Una persona que sigue en verdad a Jesús y el Evangelio nunca le hará daño a nadie, de ahí que necesitamos todos los miembros de la Iglesia una profunda conversión en la certeza que él nos ama.
La Iglesia es divina porque es fundada por Jesús, pero es humana, integrada por nosotros los seres humanos que todos sin excepción, quien más quien menos, tenemos limites, cometemos errores o pecados como los llamamos, pero el Señor confió en la Iglesia justamente a nosotros, todos los bautizados.
Es por eso que tenemos que trabajar por crear esta fraternidad profunda y los que tenemos el don de ser pastores seamos cercanos, sencillos, acogedores para escuchar profundamente a nuestros hermanos que viven en el mundo, en realidades temporales. Yo siento que está crisis es una oportunidad, una oportunidad para volver a las raíces que es Jesús y su Evangelio.