La Biblia es para nosotros, los cristianos, muy importante. Es un conjunto de libros que se escribió hace mil años antes de Cristo y algunos después de Él. Es un cúmulo de escritos que reflejan distintos momentos históricos del pueblo de Israel e inicios de las comunidades cristianas y, sobre todo, a partir del Nuevo Testamento trae distintas referencia a la vida, mensaje y obra de Cristo y el testimonio de aquellas personas que vivieron con Él y que lo vieron crucificado y se encontraron con Él resucitado. Entonces la Biblia es un libro fundamental para nosotros y cuando la Iglesia nos llama a centrar nuestra atención durante un mes en la Biblia nos invita a volver a nuestras raíces, a la fuente de nuestra fe y a aquellas referencias que nos permiten sustentar en lo que creemos y por lo cual vivimos.
La Biblia anima la vida cristiana desde distintos puntos de vista. En primer lugar diferenciamos el Antiguo del Nuevo Testamento. El Antiguo es la parte más grande de la Biblia y se refiere a la vida del pueblo de Israel antes de Cristo y el Nuevo tiene su atención en la persona de Jesucristo, en su mensaje, en su obra, en su Pasión, Muerte y Resurrección; y en lo que ocurrió con la primera generación de sus discípulos después de Jesús, particularmente con algunos apóstoles como Pedro, Pablo, Santiago, entre otros, y cómo ellos vivieron esos primeros años del cristianismo. Desde esa perspectiva, la Biblia ilumina enormemente nuestra vida, en tanto nos referimos a la persona de Jesucristo, como también a las enseñanzas que Él hizo a través de la predicación que hicieron los primeros cristianos.
Desde esa perspectiva la Biblia debe ocupar un lugar fundamental en la vida cristiana. Para nosotros, desde la fe, no es sólo un conjunto de libros históricos o de sabiduría humana, sino que fueron inspirados por el Espíritu Santo, Dios nos habla a través de la escritura de la Biblia y permite que vayamos reflexionando a la luz de la escritura que nos enseñaron. Ocupa un lugar central y siempre debería ocuparlo.
Con la Biblia nos encontramos de muchas formas. Cada uno puede tomar un trozo del Antiguo o Nuevo Testamento, pero también cada vez que vamos a misa o participamos de un sacramento se lee un trozo de la Biblia, entonces podemos entusiasmarnos para leer más asiduamente la Biblia; y también, dejarse ayudar para discernir qué es real y verdadero en la palabra de Dios de cuando es referencia histórica y cultural, porque la Biblia refleja un momento histórico, social o cultural de hace muchos años distintos al nuestro y podemos confundir el mensaje.
Existen muchas iniciativas que se pueden tomar para vivir el Mes de la Biblia en comunidad: momentos de reflexión personal o comunitaria, dar más realce en las celebraciones litúrgicas a la palabra de Dios, hacer encuentros explicativos de la Biblia o hacer cursos bíblicos. Pero más allá de esas iniciativas, lo que queremos es que nuestra vida entera esté animada por la palabra de Dios en todas sus dimensiones.
Lo más valioso de la Biblia, es que muestra en la historia de pueblo de Israel el plan de salvación de Dios, que llega a su cumbre en la persona de Jesucristo que está concentrado en el Nuevo Testamento. Esa realidad es universal e ilumina a toda persona, tiempo y lugar. La Biblia puede constituirse en una fuente de inspiración enorme para la vida personal, social y comunitaria de toda persona y pueblo. La Biblia nos puede dar una serie de contenidos de valores, de experiencias, de reflexiones y de sabiduría en directa conexión con la salvación de Dios, que a cada uno va iluminando. Pero, además, cada uno en los propios desafíos de su vida debe hacer una trasposición de cómo, a partir del propio discernimiento y la propia reflexión, la Biblia puede iluminar su vida en el tiempo presente.