Monseñor ¿A qué nos llama la Iglesia en el Día de Todos los Santos?
El día 1 de noviembre, la Iglesia Universal celebra el Día de Todos los Santos, que es una fiesta muy querida por la gente, porque todos tenemos algún santo, un ser querido, pero cuando la Iglesia nos invita a mirar y a celebrar como un gran conjunto a todos los santos, nos muestra la posibilidad que tenemos todos los cristianos de vivir la santidad y que no hay solo un modelo de santidad, sino que expresa lo que cada uno ha vivido: la vida consagrada, laical, profesional, de servicio a los más pobres o a los enfermos. No nos uniforma, si no que reafirma nuestra identidad personal de cada uno.
Monseñor, ¿Qué simboliza para los católicos la Misa de la Luz?
En algunas parroquias cercanas a cementerios se celebra la misa de la luz y un lugar muy destacado en nuestra diócesis es la parroquia de Codegua, donde el 31 de octubre, se celebra esta Misa de la Luz. En ésta se bendice una velita y luego los fieles recorren el cementerio para visitar a sus antepasados. En esta misa se expresa la fe y la esperanza en la resurrección que tenemos todos los creyentes, porque hemos sido creados para la vida, y si bien tenemos la experiencia de la muerte, porque hemos visto como han fallecido algunos seres queridos, desde nuestra fe tenemos esperanza en la resurrección, porque Dios nos ama y nos ama dándonos la posibilidad de tener una vida plena en Él. En esta misa cuando los feligreses visitan la tumba de sus seres queridos, reafirman no sólo el cariño por ellos sino también la esperanza de la resurrección.
Monseñor, en Codegua este año cumple un año el memorial que recuerda a los niños no nacidos, ¿Cuál es la importancia de contar con esta instancia en la Diócesis de Rancagua?
Es fundamental, porque reafirma no sólo un sentimiento, sino que también una realidad. Cuando una mujer está embarazada, no lleva en su seno un conjunto de células, sino un niño, una niña, un ser vivo. Entonces, cuando éste no nace por alguna circunstancia, por aborto natural o producido, evidentemente queda un dolor muy grande, porque se pierde un hijo, una hija. Este memorial reconoce a todos aquellos que no nacieron, porque ellos quedan como parte de la vida de uno, de la familia, que hay que recordar, porque los seres humanos todos, no sólo los que no nacieron, no son un agregado más, sino que son parte constitutiva de nuestra vida, de nuestra propia existencia. De esa forma, un memorial recuerda que no nos hemos olvidado y permite a quienes han perdido un hijo buscar en esa imagen un recuerdo, una oración, un momento de vincularse.