Monseñor, ¿Cuáles son los fundamentos para convocar a la III Asamblea Eclesial Nacional?
En la última Asamblea General del Episcopado, que tuvimos entre el 12 y 16 de noviembre, analizamos cómo seguir la marcha de la Iglesia y nos planteamos como un momento importante para el primer semestre del 2020 la realización de la III Asamblea Eclesial Nacional, de la cual ya hay precedentes de otras dos asambleas, que han permitido que diferentes representantes de la Iglesia nacional se encuentren para reflexionar y presentar propuestas de cuáles han de ser las orientaciones pastorales para los años siguientes. Entonces, el 2020 la III Asamblea nos permitirá mirar desde esa fecha hacia adelante. Pero por otra parte, desde mayo de este año hasta ahora hemos estado recogiendo análisis, propuestas y reflexiones de quienes han participado en diferentes encuentros, como el de los encargados pastorales de todas las diócesis de Chile, de la Asamblea Extraordinaria de Obispos y de otras personas que nos ayudaron, entre julio y agosto, donde se reunió material acerca de cuál es la visión de Iglesia; los cambios que hay que realizar; cómo ir hacia adelante; entonces, hemos ido sistematizando esa información y queremos juntarnos nuevamente el año 2020. Desde ahora y hasta esa fecha hay que intencionar en todas la diócesis reflexiones sobre la vida de Iglesia, cómo se organiza, cómo se evangeliza y también sobre algunos agentes pastorales y el personal consagrado.
Monseñor, ¿Cuál será el camino previo a esta convocatoria?
Hay que hacer un camino previo al encuentro y existen tres ámbitos que queremos desarrollar e invitar a reflexionar para llegar a esa Asamblea con propuestas. El primero tiene que ver con la vida eclesial interna, cómo nos organizamos, cómo le hemos dado espacio a los sectores más vulnerables, cómo se integra la mujer en el mundo de la Iglesia. En el fondo, cómo podemos reflexionar en avanzar en esta idea que el Santo Padre ha enfatizado tanta veces y que está en el Concilio Vaticano II, de la Iglesia como el pueblo de Dios, que somos todos, todos somos corresponsables, todos somos participes de esta gran comunidad que es Iglesia. Una segunda línea es cómo evangelizamos, cómo hacemos la misión, cómo anunciamos a Jesucristo, cómo estamos saliendo a la periferia, cómo realizamos la catequesis. Y el tercer ámbito, tiene que ver con la vida sacerdotal como podemos mejorar nuestra formación inicial y formación permanente para ser más fieles a nuestra vocación.
Monseñor, ¿Cuál es el llamado a los laicos en este proceso?
El llamado a los laicos es a que participen. En la Iglesia de Rancagua, no obstante, las dificultades que hemos tenido, con cuestionamientos graves y, en algunos casos, con sacerdotes restringidos en su ministerio, hemos visto como los laicos, con gran sentido eclesial, han llevado adelante la vida de la Iglesia. Esos laicos, muchos laicos, con gran cariño han ido reflexionando y madurando y realizando cada vez más propio lo que significa la Iglesia y el Evangelio de Cristo. Entonces, la gran invitación es a que participen en este proceso.