Actualidad Diocesana

Obispo de Rancagua llama a la unidad y respeto para el 11 de septiembre

Martes 10 de Septiembre del 2013
- No obstante, monseñor Alejandro Goic Karmelic, señaló “pareciera que no hemos aprendido. No pudo haber un solo acto, van a ver dos”.

Monseñor, ¿Cuál es su visión del país a 40 años del golpe militar?

Sin duda alguna que los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973 marcan un antes y un después de nuestra querida Patria. Yo recuerdo que era párroco en Punta Arenas y la división existente era realmente profunda. Chile se había convertido en un país con tremendas ideologías excluyentes. Recuerdo algunas personas partidarias del gobierno de la Unidad Popular que hablaban de los demás de una manera inadecuada y cuando llegó el Régimen Militar hablaban de que los verdaderos patriotas eran ellos y los demás eran casi antipatriotas. Es el drama cuando un país se ideologiza y adopta una opción política como un absoluto. Para los que tenemos el don de la fe, sólo Dios es Dios. Todos los proyectos humanos son relativos. Llegó a tal odio y división nuestra Patria, que llegamos al drama del 11 de septiembre, y lo que vino después, sobre todo, a la tremenda violación a los derechos humanos. El hecho está ahí y uno no puede modificarlo, lo importante es rescatar de ese episodio tan trágico de nuestra historia patria, las lecciones para que ojalá nunca más Chile caiga en divisiones que produzcan hechos de esta naturaleza, que todavía perduran en sus efectos.

 

Monseñor, en los medios de comunicaciones se han realizado una serie de documentales y reportajes sobre los 40 años del golpe militar, ¿Cuál debería ser la mirada de los católicos?

No he tenido ocasión de ver estos programas, pero algunas personas me han referido como han sido ellos. Creo que es muy difícil lograr una visión objetiva de los hechos. Sin duda, que el 11 de septiembre, que todos lamentamos, tuvo antecedentes muy complejos en las décadas anteriores, por la polarización ideológica, pero es evidente que lo que pasó después del 11 de septiembre, la fuerte violación a la dignidad humana, especialmente de quienes no estaban de acuerdo con el Régimen Militar, marcó heridas y dolores muy profundos que hasta hoy continúan. De ahí que me parece que la lección para los que tenemos el don de la fe, es que los creyentes tenemos derecho a tener opciones políticas diferentes y lo que nos une es la fe y el amor a Jesucristo, que es el único bien, el Santo entre los Santos, y todos los proyectos humanos, cualquiera sea su naturaleza, por estar formado por nosotros los hombres, son proyectos limitados, no son perfectos. Por eso, debemos aprender a vivir en democracia. Las elecciones que vienen  son una prueba de esta necesidad de comprender que hay legitimas maneras de concebir la construcción de la sociedad, pero que finalmente la Patria es de  los que van a ganar y de los que van a perder, nadie debe estar excluido de ella. Por ello, la mejor manera de recoger los dolores del pasado es proyectarnos en una Patria que es de todos y para todos, unirnos y respetarnos en nuestras diferencias. Para los creyentes no olvidar nunca que sólo a Dios se debe adorar y sólo a Él se le debe dar culto y nunca adorar los proyectos humanos porque eso se llama idolatría. Creo que hubo cristianos en la Unidad Popular y en el Régimen Militar que adoraron lo no adorable Dios nos recuerda y las escrituras lo dicen: “Solo a Él darás culto y sólo a Él adoraras”.

 

Monseñor, ¿Cómo esperaría usted que se recordara este hecho histórico? y ¿Cuál es el mensaje para todos los chilenos?

Comprendo que es difícil la objetividad, porque las pasiones humanas son así, y lo hemos visto estos días, no pudo haber un solo acto, van a ver dos actos. Pareciera  que poco hemos aprendido. Pero uno tiene la esperanza, con el transcurrir de los años, que las heridas van a ir cicatrizando, así lo dice la historia. Lo importante, para quienes tenemos el don de la fe, y para las personas de buena voluntad, es trabajar en serio por la unidad, por un país más justo, consolidar la democracia, respetando a los ganadores e integrando a los perdedores. Todos trabajando por un país más unido y más justo, especialmente por lo más pobres que siempre esperan de los gobiernos un camino nuevo para tener también una vida mejor.