“El Pueblo de Dios que peregrina en la Iglesia diocesana de
la Santa Cruz de Rancagua, se reúne agradecida y alegre para celebrar este
nuevo aniversario del inicio del proceso emancipador de Chile, el año 1810. Y lo
hacemos en un año particular, pues este 2013 se cumplen 40 años del quiebre
institucional de 1973. Y también nos reunimos en el marco del ya cercano
proceso eleccionario de noviembre”, indicó al iniciar su homilía este 18 de septiembre, el Obispo de
Rancagua, Monseñor Alejandro Goic Karmelic ante las autoridades civiles,
encabezadas por el Intendente regional, Wladimir Román, y militares, además de
fieles que participaron en el Te Deum efectuado en la Catedral de Rancagua.
Precisó que ésta es, por lo tanto, “una ocasión propicia para
reflexionar sobre nuestro camino como Nación chilena y sobre nuestro destino
como ciudadanos de esta tierra que el Señor nos regaló y que la quisimos llamar
copia feliz del Edén”.
Destacó que los debates de cara a las elecciones han
remarcado aún más estas distintas visiones de país, especialmente en torno a
las responsabilidades que unos y otros sectores se adjudican mutuamente, y a
los gestos y emplazamientos de petición de perdón por errores y culpas del
pasado. Por ello, citando a san Alberto
Hurtado invitó a los políticos a dedicar
sus esfuerzos a velar por los pobres y marginados y a defender los intereses de
todos, antes que por los intereses propiamente personales. “ Él nos decía que
los intereses nacionales están por sobre los intereses partidistas o
sectoriales. La política es para servir al país, resaltando los valores de la
moralidad pública y privada, de la honradez y la sobriedad de vida, del trabajo
y del bienestar de todos los chilenos”, explicitó.
Monseñor Goic señaló luego los progresos de Chile en los
últimos años y también sus falencias y debilidades. Entre éstas últimas destacó
la desigualdad en la distribución de la riqueza; deficiencias en la salud, la
educación y la calidad de vida; síntomas de malestar y protesta ciudadana,
estructuras políticas e institucionales que no reflejan una adecuada
representación de la ciudadanía, inquietud política y social crecientes;
rencores y divisiones del pasado que aún persisten en nuestra convivencia
nacional; y cambios valóricos y
culturales que no siempre respetan los derechos de todos y el aprecio por la
vida y la familia, entre otros aspectos. “Lo anterior no pretende ser un
análisis social, económico y político de nuestro país. Pero sí quieren ser una
motivación para seguir pensando a Chile y buscar mejores caminos y desafiantes
metas para todos quienes habitamos en esta tierra”, indicó a los presentes.
Además llamó a participar en los procesos eleccionarios,
aduciendo a que la no participación política “para los que tenemos el don de la
fe significa un pecado social”.
Finalizó señalando a
todos los que se congregaron en el templo principal de la diócesis, que “ésta
es la ocasión para insistir en los grandes valores de Jesús y de su Evangelio: el
respeto de la vida desde su origen en el vientre materno hasta su fin natural, la
justicia y la paz, la verdad y la fraternidad, el diálogo y la solidaridad, la
defensa ardorosa de la familia y del matrimonio, el amor y el irrestricto
respeto a los derechos humanos fundamentales”.
En la ocasión se rogó al Señor especialmente por la paz en
el mundo; por el fin de las desigualdades y de la pobreza; por los pueblos
originarios; y el bienestar de nuestra Patria.
Una oración especial se hizo a la Virgen del Carmen, Patrona
de Chile y de las Fuerzas Armadas.
La ceremonia prosiguió con la entonación del tradicional Te
Deum y luego el himno patrio.
El Intendente Wladimir Román, una vez finalizada la
ceremonia valoró que “Monseñor Goic nos recuerde lo que sin duda todos sabemos,
pero muchas veces no se practica, que es la lucha constante por el bienestar de
los trabajadores y del pueblo en general, que no sólo tiene que dar el Estado,
como justamente lo hace este Gobierno, sino los políticos, los empresarios y la
propia iglesia, y que es una lucha que al darse individualmente en los
corazones de las personas, basada mayoritariamente en las voluntades, puede
transformarse de voluntad particular a colectiva, y así se avanza en derribar
las desigualdades e inequidades que se practican no sólo en nuestro país, sino
en el mundo, dándole a la vez un sentido más cristiano a nuestras vidas”.