Monseñor, ¿Cuál es la evaluación que usted realiza del año 2018?
El 28 de junio de 2018 llegué como administrador apostólico y ya han pasado seis meses desde que asumí esta función. Agradezco al Santo Padre la confianza por invitarme a contribuir, a acompañar y conducir esta Diócesis de Rancagua. En primer lugar, ha sido un tiempo de conocimiento y aprendizaje, porque no la conocía, pero me he dado cuenta que es una Diócesis muy vasta desde el punto de vista de la geografía y variada en las formas culturales, en cómo la gente se organiza en los diferentes ámbitos, donde lo rural tiene una preeminencia significativa, también lo minero y el sector costero. Este primer tiempo ha sido un proceso de conocimiento. Asimismo, he tenido que involucrarme fuertemente en la coyuntura que ha vivido la Diócesis. Cuando llegué había un grupo de sacerdotes que estaban restringidos y había acusaciones significativas relativas a que constituirían una cofradía o una asociación ilícita para delinquir; gracias a Dios esta acusación fue desmentida por la Fiscalía que acreditó la inexistencia de esta asociación. Por otro lado, hemos ido resolviendo los casos de estos sacerdotes, todavía quedan algunos, pero creo que vamos encaminados a normalizar la situación. Todo esto produjo un impacto muy grande en la Diócesis: a las comunidades, a los sacerdotes, a los diáconos, religiosas, religiosas y laicos más comprometidos. De a poco esta situación se ha ido superando y, a la vez, ha permitido que los miembros de la Iglesia vayan tomando mayor conciencia de su rol activo y participativo de la vida de la Iglesia y asumiendo su corresponsabilidad. Este tiempo ha sido de conocimiento y de enfrentar situaciones complejas, pero también de mucha esperanza, porque siempre que se vive una crisis, también es una oportunidad de mejoramiento y de mayor conversión de la vida de la Iglesia de Rancagua al servicio del Reino de Dios.
Monseñor, ¿Cuáles serían los desafíos para el 2019, principalmente en el ámbito pastoral?
En primer lugar normalizar aún más la Diócesis de las situaciones que le ha tocado vivir, lo cual ya está en proceso; en segundo lugar, continuar el proceso de reflexión y adaptación y conversión a lo que el espíritu del Señor está suscitando en la vida de la Iglesia en Chile y en específico en Rancagua, donde podamos reflexionar acerca de la participación de los laicos en las comunidad parroquiales y de base y poder preguntarnos cuáles son los cambios y proyectarnos; en tercer lugar, prepararnos para el 2020, que a nivel nacional vamos a tener una asamblea eclesial.
Monseñor, ¿Cuál es su mensaje para la comunidad diocesana para el 2019?
Invitarlos a encontrarnos con Jesucristo, el Señor. Eso, siempre lo hacemos en comunidad, el testimonios de las primeras comunidades cristianas de los apóstoles al encuentro con Jesucristo resucitado era un proceso comunitario, no individual. La experiencia de fe y religiosa, de búsqueda de encuentro con el Señor se da en comunidad. El llamado, entonces, es a buscar el Señor y dejarse influir por la palabra de Dios.