Monseñor, ¿Cuál es la oportunidad que tiene la Iglesia de aportar en la mesa de trabajo sobre el tema de migración?
Hace poco se estableció una mesa de trabajo formada por personas que representan INCAMI, Instituto Católico para la Migración en Chile; y representantes del Senado, incluso se estuvo trabajando aquí en la Diócesis de Rancagua. Creemos que la Iglesia tiene una red muy importante de apoyo a los migrantes tanto en los lugares de frontera, en este caso en Arica por el norte, y también en la zona central, donde hay una gran concentración de migrantes. La Iglesia está en contacto con ellos, con sus necesidades, con sus dificultades, con sus aspiraciones, por lo tanto, puede transformarse en un aporte significativo para poder acomodar la legislación chilena a sus necesidades.
Monseñor, el Papa Francisco ha realizado varios llamados a acoger con los migrantes, Cristo también fue migrante…
Efectivamente, Jesús vivió parte de su vida como migrante, y la condición de muchos cristianos es la de migrantes, pero actualmente además muchas personas se desplazan en el mundo, motivadas por alguna dificultad que puede socio-económica o de persecución política. Estos desplazamientos siempre son muy difíciles y complejos, tanto para aquellos que se desplazan como para quienes los reciben. Entonces la reflexión que debemos realizar es cómo hacer para que esta migración, que es un derecho, pueda ser llevada de manera justa, equilibrada y de manera que todas las personas puedan migrar y mantener su condición humana salvaguardada.
Monseñor, ¿Cuál es el llamado que realiza la Iglesia a la gente que tiene que acoger a los migrantes?
Es muy importante que como Iglesia, como católicos y comunidades locales que estamos recibiendo a los migrantes, podamos tener una actitud abierta, recociendo en ellos a la persona de Jesús, que llega a nuestra casa, a nuestra ciudad, en una situación de fragilidad. Algunos de los migrantes no conocen el idioma, están en situación de calle, sin resguardo en la salud. Entonces es importante que podamos acogerlos como hermanos y dar, desde nuestras posibilidades, que a veces son pocas, y generar una cultura de acogida y encuentro, no poner límites o barreras. La gran mayoría de ellos son personas que tienen ganas de trabajar por su familia y, especialmente, por sus niños.