Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. Yahvé dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? (Génesis 4,8-9). Bíblica y teológicamente se asume que los primeros once capítulos del Génesis constituyen lo que se conoce como una literatura mítica, es decir, son una serie de relatos que tienen como función principal el dar sentido y explicar el acontecer de la historia universal, para dar paso luego a la historia particular de Israel desde el capítulo 12 del Génesis en adelante. Lo que queremos hacer en este desarrollo es indagar algunas consideraciones éticas de la pregunta hecha por Dios a Caín. Creemos conveniente realizar dicha búsqueda a causa del actual conflicto palestino-israelí en Gaza. El dónde está tu hermano puede tornarse incómodo y lo es, porque nos exige asumir que cada uno de los que muere en el territorio beligerante es nuestro propio hermano y nuestra propia hermana. Nos exige abandonar la apatía y la contra pregunta de Caín: ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?
A grandes rasgos, dentro del conflicto del que estamos siendo testigos y que no ha dejado indiferente a nadie, o por lo menos así debería ser, encontramos los siguientes bloques de combatientes. Por un lado, Hamás o el Movimiento de Resistencia Islámico ubicado en Gaza y, por tanto, perteneciente a los territorios palestinos. Esta organización se define a sí misma como yihadista (guerra santa del Islam contra los infieles), nacionalista e islámica. Lo que pretende este movimiento es constituir un estado islámico que abarcaría la Palestina histórica (de carácter bíblico) con capital en Jerusalén. Para lograr este cometido, la única forma que Hamás considera válida es la lucha armada.
Por otro lado, y en la misma Palestina, está la OLP u Organización para la Liberación de Palestina, creado por el Consejo Nacional Palestino. Aunque en un principio usaron la lucha armada para la creación de un Estado libre de la ocupación israelí, en los últimos tiempos utilizaron el diálogo y la negociación para lograr la creación de un Estado palestino que pueda convivir en paz al lado de Israel y lograr progresivamente que los refugiados palestinos puedan volver a sus tierras. De este último movimiento viene el recordado Yasser Arafat. Ahora bien ¿contra quién lucha Israel? Israel declaró que el principal objetivo de la operación es eliminar la capacidad de Hamás de lanzar cohetes sobre territorio israelí, lo cual, y a juicio del propio Estado de Israel, será una operación a largo plazo. Para ello la gran súper potencia, el gran hermano Estados Unidos, ha contribuido con armamento para el ejército israelí. El “Tío Caimán” sigue devorando por medio de la guerra y la muerte.
Israel y los territorios palestinos buscan como objetivo común recuperar el derecho de quedarse con Palestina, cometido que ha dejado hasta el día de hoy (04/08/2014) más de 1800 muertos. Un artículo de Pamela Searle, publicado en la revista de la Universidad Gabriela Mistral de Mayo-Julio 2013, muestra que la ocupación israelí sobre Palestina avanza considerablemente. Si en el año 2010 únicamente Gaza, parte de Jerusalén y sus alrededores y Ramallah estaban bajo control palestino, se pronostica que para el 2020 sólo una pequeña porción de Gaza será de control palestino, es decir, la profecía advierte que el genocidio exterminará toda la población de dichos territorios.
Luego de estos breves lineamientos de lo que constituye el conflicto en Gaza, avocarnos de lleno a la pregunta que encabeza esta columna ¿dónde está tu hermano? Uno de los principios básicos de la Ética lo constituye la búsqueda del bien común fundado en la dignidad inviolable de la persona humana, la cual constituye un fin en sí mismo y nunca un medio para la consecución de un determinado objetivo (“Imperativo Categórico”, Inmanuel Kant, filósofo alemán, 1785). Que se nos pregunte dónde está tu hermano, exige de nosotros un reconocimiento del otro como un Tú en el cual me puedo y me debo reconocer. Toda una filosofía del rostro o una ética personalista, busca comprender que viendo a la otra persona termino viéndome a mí mismo. Aquí no estamos abogando por un sentimentalismo frente a la actual situación de Gaza, por el contrario, se pretende buscar la compasión. ¿Qué es esto de la compasión? Es sencillamente compartir el dolor del otro, sus sufrimientos, esperanzas y anhelos. Es converger hacia un centro común que esté sustentado en la verdad, en la justicia y en la igualdad, valores propuestos por la época moderna pero que se desprenden del Evangelio de Jesús de Nazaret, hijo de la Tierra Palestina.
El relato del conflicto de Caín y Abel es el drama de la lucha del hombre contra el hombre, realidad que está mitificada en la historia bíblica. El conflicto de intereses políticos y económicos de ambos territorios, no tiene como objetivo la búsqueda del bien común o de políticas públicas que aseguren la paz y la reconciliación en un territorio que históricamente ha sabido de guerras, invasiones y genocidios. En Caín y Abel vemos reflejado la beligerancia no sólo de Gaza, sino que de todos aquellos territorios en donde la guerra y la muerte son el pan nuestro de cada día.
A veces es más fácil quedarnos en el rincón de la apatía deshumanizadora, y volver a repetir incansablemente la contra pregunta de Caín: ¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano? La cerrazón de Caín es resultado de que la pregunta por la suerte del otro es éticamente incómoda. Responder por la realidad que nos corresponde vivir es un desafío sólo para valientes. La sangre de Abel continúa gritándonos y exigiéndonos desde la tierra en la cual cayó. El tema es que justamente no queremos escucharla. Es más cómodo desatendernos y continuar volcando nuestros intereses y nuestros criterios de valor sobre los bienes más pasajeros. La vida, la dignidad y el futuro de tantos y tantas es un tesoro que llevamos en vasijas de barro. El estallido de los misiles que cruzan sobre la Franja de Gaza y de tantas otras divisiones territoriales puede resquebrajarla y la perla preciosa se puede perder en medio de nuestros muertos.
Personalmente tuve la oportunidad de peregrinar dos veces a Tierra Santa, a la Tierra de la promesa que Dios había firmado con Abraham. Conozco de cerca a su gente, sus preocupaciones, sus temores y también su esperanza de restauración. Aún sigo creyendo que la paz no es beneficio de unos pocos, sino que es un derecho humano. Estamos inmersos en una hora crítica de la historia. Sólo depende de nosotros el revertir la situación. Sólo está en nosotros afinar nuestra escucha y oír el incómodo pero urgente ¿Dónde está tu hermano?