Palabras del Pastor

Obispo Juan Ignacio González señala que esta pandemia es una oportunidad para la vida espiritual y familiar

• El administrador apostólico de Rancagua además enfatiza que nos permitirá prepararnos para que “brillen con más fuerza los tres amores que hemos de tener en esta tierra: el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a la Patria.

Monseñor, esta pandemia es una oportunidad ¿para qué?

Se ha dicho de muchas maneras que el momento presente es una oportunidad. Se trata de un momento particular de la vida espiritual, familiar y social. Y por esa razón, es también un momento que manifiesta muchas oportunidades para expresar nuestra dedicación con amor y cercanía hacia aquellos que siempre están con nosotros, pero que ahora deben estarlo obligatoriamente. En especial, en el caso de nuestros adultos mayores, como nuestros padres, abuelos y parientes de la tercera edad, que son quienes más desvalidos se encuentran en la vida familiar y que dependen de nosotros para las cosas muchas veces más mínimas. También los pobres, los que nada tienen, los que están en situación de calle, deben ser objeto especial de nuestras preocupaciones, uniéndonos como familia a las campañas de alimentos y ropa para ellos, con una palabra de cercanía, una limosna generosa, etc. De aquí surge entonces una primera realidad espiritual. El servicio desinteresado, cercano, amable, con los que viven junto a nosotros. Un peligro de los tiempos de cuarentena es el encierro en sí mismos. Cada uno dedicado a lo suyo, cada uno en sus ocupaciones cada uno ensimismado en lo que tiene que hacer. Nace así entonces una primera actitud de amor con los demás, que se puede expresar en muchos detalles de servicio y de cercanía.

 

Monseñor, ¿Para qué otros aspectos de la vida nos podría servir esta pandemia?

Otro aspecto muy interesante es aprender a conversar de las cosas importantes y de las cosas sencillas de la vida. Por ejemplo, de la vida familiar, de las historias familiares comunes a todos los que viven en la casa, de los recuerdos de los que ya han partido, de los que están lejos, de los hijos o de los nietos. Gastar el tiempo en hablar de estas cosas nos hace muy bien, nos reencuentra con nuestras raíces familiares y con aquellos a los que tanto debemos, nos reconcilia con quienes hemos tenido a veces diferencias.

Un elemento de especial importancia es crear espacios para la oración en familia, tan recomendada en la vida de la Iglesia y tantas veces olvidada por los ajetreos de la vida moderna. Por ejemplo, orar antes de las comidas, levantar el corazón al Señor para pedir por los que sufren, especialmente parientes y amigos, rezar juntos el Santo Rosario como nos ha recomendado el Papa Francisco. Meditar por tu cuenta en los pasajes de la vida del Señor que nos relatan los Santos Evangelios.

Monseñor y en el ámbito social ¿Cómo puede ser una oportunidad?

Todos vivimos rodeados con personas cercanas a nuestras casas, los vecinos con los que compartimos nuestro barrio y que muchas veces nos son ajenos y lejanos, pero que ahora vemos en forma habitual. Será posible muchas veces conocerse con mayor profundidad, ayudarse mutuamente, compartir experiencias, bienes de primera necesidad y hacerse pequeños servicios comunes: en vez de ir todos hacer nuestras compras, algunos se ofrecen y se las hacen a los demás, y así se va creando una cultura de la amistad cívica, que sobrepasa las diferencias naturales que podemos tener en tantos ámbitos de la vida social. Conocemos así, como diría el Papa Francisco, a “los santos de la puerta del lado”.

Se convierte así la cuarentena en un tiempo de servicio, en un tiempo de oración, en un tiempo de conocimiento, en un tiempo de amistad y colaboración, en un tiempo de cercanía con mis hermanos y hermanas, y así se mejora también nuestra convivencia ciudadana.

Aprovechemos estos días de encierro obligado para crecer en el amor y el desapego a tantas cosas superfluas, vivamos con esfuerzo y algunas veces sacrificio las normas que nos han dado las autoridades sanitarias, pensemos que de ese rigor en vivir este tiempo como se nos ha pedido, depende nuestra salud la de nuestros familiares y vecinos. No son tiempos de frivolidades, salidas, fiestas y celebraciones que pueden ser fuentes de contagio.

Monseñor, usted se refiere a tres amores que nos unen ¿Cuáles son éstos?

Si aprendemos a vivir este tiempo difícil y trágico que el Señor permite al mundo y para nuestra Patria, nos estaremos preparando para la época que viene, donde deben brillar con más fuerzas los tres amores que hemos de tener en esta tierra: el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a la Patria, la casa común que el Señor nos ha concedido y que debemos cuidar, amar y transmitir a las generaciones futuras mejor que como nosotros la recibimos de las pasadas.