Monseñor, ¿Cómo desde Chile podemos ayudar a los miles de cristianos que son perseguidos por su fe?
Lo primero es tomar conciencia de que es verdad. Hay muchas personas que les cuesta creer que en el siglo XXI todavía haya persecución religiosa. Esa realidad se da en los países donde se está iniciando la fe cristiana y, especialmente, donde se profesa la religión musulmana. Lo que sucede en esos países debería ser motivo de escándalo y reacción de los organismos internacionales, pero eso no ocurre. Entonces, lo primero es verdad. Existe la organización Ayuda a la Iglesia que Sufre, AIS, cuya finalidad es dar a conocer esta verdad, y lo van haciendo en todo el mundo y también en Chile.
Pensar también que en nuestra propia realidad puede haber una cierta persecución a la religión. No está lejano a esto lo que está ocurriendo en los hospitales, debido a la pandemia, donde las personas mueren sin recibir los sacramentos, cuando lo han pedido expresamente. Esta situación se la hemos hecho presente a la autoridad, porque al igual que los médicos se pueden acercar a los enfermos con todos los cuidados, también lo podría realizar el médico de las almas, que prepara para el paso definitivo, que es pasar a la vida eterna.
Lo segundo importante es la oración, y este domingo 28 de junio vamos a orar por la Iglesia Perseguida para que perseveren en su fe, para que sepan dar testimonio de ella frente a gobernantes, ideologías y religiones que, pese a decir que no persiguen a otras religiones, si las persiguen. Nuestra religión católica jamás perseguiría o impondría a las personas la fe. Eso es inmoral. En estos países muchos sacerdotes y religiosas han muerto por no decir públicamente: ‘Yo abandono la iglesia católica, abandono Jesucristo, abandono a la Virgen María, abandono las verdades de la fe’.
La otra forma de ayudar materialmente con un pequeño aporte mensual que se realiza a través de AIS y que les permite financiar las cosas esenciales que necesitan para seguir funcionando. En este momento puede que esto lo veamos un poco lejano, porque además estamos todos preocupados de la pandemia y que es gravísimo para nuestro país, pero no nos olvidemos que hay hombres y mujeres, niños, religiosos, sacerdotes que están muriendo por su fe.
Monseñor, en ese sentido, ¿Cuáles son las virtudes que deberíamos recordar de san Pedro y san Pablo, este 29 de junio?
Ese es un día muy importante para la Iglesia: son pocos los santos que están juntos. A la entrada de la Plaza San Pedro, hay dos estatuas, una a cada lado, en una está san Pedro y en la otra, san Pablo, son la columna de la Iglesia. Uno recibió el mandato de Cristo de ser el primer papa de la Iglesia, y, el otro, recibió el mandato de extender la fe cristiana católica a los gentiles. Cada uno nos da una enseñanza muy precisa.
San Pedro nos enseña la fidelidad al Papa y a las enseñanzas de la Iglesia Católica, que hoy deben estar muy claras, porque están en juego muchos aspectos de nuestra fe, la enseñanza dogmática, las verdades fundamentales del catecismo. Por eso también, es el día del Papado, y que nos permite expresar y reiterar nuestra adhesión al papa Francisco, o al que siga, que es Pedro.
San Pablo nos enseña la audacia misionera, que tanto nos falta en nuestra Iglesia, para llegar a más gente que lo necesita y que no recibe la palabra de Dios por nuestros miedos, por nuestras flojeras y tibiezas.
San Pedro y san Pablo nos hablan de la fidelidad al mensaje de la Iglesia, al primado de Pedro. Uno es obispo cuando está en comunión con Pedro y con el colegio de obispos o si no deja de serlo; uno es católico cuando está en comunión con todo lo que enseña Pedro, que es Francisco, es Benedicto, es Juan Pablo II y así hasta llegar al primer papa. Es un gran día, un día solemne para celebrar al actual papa Francisco, que más allá de su persona, es Pedro entre nosotros, como el primero que camino por las orillas del mar de Galilea.