María cúbrenos con tu manto

Viernes 28 de Octubre del 2022
- Con motivo del Mes de María, que comienza el 8 de noviembre, le pedimos a tres religiosas una reflexión sobre cómo los inspira la Virgen en su vida.

María tu eres mi madre

Mas que muchas o pocas palabras, me ayuda señalar de María, por mi vida de monja benedictina, la expresión de su gesto: su rostro y sus manos, su actitud contemplativa y su servicio… la contemplación como servicio. María sale de prisa a la montaña a ver a su prima Isabel, su prontitud. María llega hasta el fin, su estar al pie de la Cruz. Junto a la cruz, María la madre de Jesús. MADRE nuestra. Madre de la Iglesia y de todos los vivientes.

Sí, es un gran modelo. Mi modelo. Figura, Arquetipo y paradigma de Obediencia con su FIAT= Hágase, haced lo que EL os diga. Causa de la salvación propia y de la de todo el género humano (S. Ireneo). Admira ver a la criatura interiormente unida al Creador, compenetrada con El, encinta, preñada de la VIDA. Fecunda desde el ASOMBRO ante su HIJO, ante su DIOS. Es Espejo de fe, de alabanza, Magnificat es, a pesar de la guerra, canto profundo de la humanidad, que me alegra cada atardecer al proclamarlo en las Vísperas.

Lucero de la mañana, que me recuerda de antaño el salir al alba con los míos para el mes de María, con el canto del “Ave tan pura como el sol. María, Madre mía, yo te doy mi corazón”. Llevamos en el interior, la fe del pueblo chileno que confía que su madre lo protege, en ella portadora de la LUZ del Señor. Anticipo del cielo. “Causa de nuestra alegría y consuelo” (LG), como se la denominó para la Fundación de nuestro Monasterio hace 40 años, al venir nuestras hermanas de Oviedo a traer la vida femenina benedictina a Chile a este lugar que lleva su nombre: “de la Asunción”. Traían de su Diócesis la imagen de la Pequeñina y Galana. Sí, siempre ha estado con nosotras. MARÍA es imagen de nuestro futuro, cuando ya no habrá ni muerte, ni llanto, ni luto, ni dolor.
Madre Alejandra Izquierdo (Benedictinas)

Modelo de mujer cristiana

Al mirar y contemplar la vida de María Santísima, tanto en su vida terrenal, lo que conocemos por la Sagrada Escritura, cómo en sus numerosas apariciones a lo largo de los siglos del cristianismo y de lo que la Santa Iglesia por medio de los Santos padres nos han enseñado, descubro en la persona de la Santísima Virgen Madre, no solo el modelo de toda mujer cristiana, sino también y sobre todo el de la mujer consagrada enteramente al servicio de Dios.

Su vida esmaltada de virtudes, lejos de desanimarme, suscita en mí el deseo de una entrega más auténtica en mi consagración y pertenencia a Dios, siendo fiel en lo pequeño para ser fiel en lo grande. Su presencia materna inspira confianza en la misericordia de Dios... Gracias a ella puedo descubrir y reconocer que Dios en mí también ha hecho grandes cosas ¡cómo no vivir agradecida con ella si es la MADRE! Por ella y con ella puedo dirigirme a Dios con confianza cada día diciendo: "proclama mi alma a la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en su presencia porque Él, que es grande, maravillas hizo en mí.

Hna. Rosalba (Adoratrices del Santísimo Sacramento)

María, mi gran inspiración

La Santísima Virgen María es mi gran inspiración en mi vocación religiosa. Cómo no aprender de ella, una mujer generosa que se da por entero y que sin cuestionarse dijo sí al Señor y que se haga en ella según su voluntad.

Nuestra Madre me inspira a caminar junto a ella por los grandes senderos de humildad, servicio de Amor y entrega, para servir como religiosa franciscana a los que más lo necesiten, de ir donde los caminos de Dios me lleven con la buena noticia de Paz y Bien. Caminando de la mano de ella, aprendiendo de sus grandes rasgos como mujer en la entrega materna de ir con su Hijo y enseñándole los caminos de la vida. Al igual que Ella quisiera ir entregando ese amor materno que hoy es un gran cuestionamiento en esta sociedad sin valores, de poca entrega y escaso amor desinteresando. María es mi inspiradora para seguir adelante en mi vocación franciscana.

Hna. Andrea Valdés Oyarce (Terciarias Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción)

 

"Tu santuario... ¡Resplandece con nuevo brillo!"

Es parte de la oración del Mes de María que rezamos durante este tiempo. Sin ninguna duda que, en la Catedral, Parroquias, Capillas y en muchos hogares, hermosos altares, como verdaderos santuarios, adornados con flores serán la característica durante el período mensual.

Sin embargo, el desafío es hacer de nuestras conciencias- santuario divino- un lugar privilegiado donde los valores un tanto olvidados vuelvan a sobresalir para testimoniar coherentemente la fuerza de la Gracia que desde el Bautismo nos permite alumbrar en medio de las tinieblas causadas por tensiones y divisiones que nunca faltan.

En este contexto, los católicos estamos invitados a rezar teniendo como intercesora a la Virgen María procurando la "concordia fraternal" expresada en la paz que en el plano mundial se ve cada vez más amenazada y a nivel nacional se requiere también, por medio de mayor entendimiento y buena voluntad.

Rezamos acudiendo al recurso tan presente en nuestra tradición; somos herederos de una espiritualidad y devoción mariana, la cual siempre nos ha permitido avanzar resolviendo tantas dificultades, así la esperanza vuelve y sigue volviendo a nuestras vidas.

Conocemos el rol de la mamá tan indispensable en las etapas del desarrollo y cuando afloran las dificultades ella está presente con su amor gratuito, sin condición hasta lograr cambiar la situación. La madre privilegia siempre al más débil porque como mujer sabe amar sin recompensa al hijo, sólo por ser su hijo. La figura ejemplar de la Virgen María, que en un momento difícil, como en las Bodas de Caná (Jn.2, 1-12) se preocupó por la falta de vino para la fiesta vuelve al corazón, así Ella acude también hoy a su HIJO para llevar a feliz término toda situación inesperada.

Llena de gracia con maternal celo intuye donde es necesaria la amistad de Dios para hacer brillar el resplandor de la verdad en cada uno de sus hijos, especialmente, cuando lo piden, recuperándose el terreno olvidado o perdido, entonces un nuevo brillo augura la feliz eternidad. ¡Ven con nosotros a caminar, Santa María ven!

Pbro. José Miguel Ortiz B.