Anoche, en la Iglesia de San Pedro, en el Vaticano; en las catedrales del mundo entero, en capillas y templos, en pueblos y ciudades, en el campo y en las grandes concentraciones urbanas, comenzó a cantarse con alegría ¡Ha resucitado!, la muerte ya no tiene dominio sobre Él, Jesús es el eterno vencedor, ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, Cristo ha resucitado, Cristo ha vencido a la muerte, Cristo ha vencido el pecado. Este es el grito que resuena a lo ancho y largo de la tierra.
La muerte ha sido vencida, y en Cristo venceremos. La muerte no va a tener la última palabra, lo tendrá la vida; el mal no va a tener la última palabra, el bien tendrá la última palabra; el odio no tendrá la última palabra, el amor tendrá la última palabra, porque Él ha resucitado, Él es el eterno viviente, es el Dios que ha vencido el mal y el egoísmo y la muerte. Por eso durante este día y durante 50 días, hasta celebrar la fiesta de Pentecostés, resuena el canto gozoso del aleluya del triunfo del Resucitado, sigamos celebrando con gozo esta Pascua de Resurrección y comprometámonos todos los creyentes a vivir como Jesús; a amar como Jesús; a transmitir su Evangelio con la alegría de los hombres y mujeres que saben que Cristo ha vencido, que la muerte ha sido vencida, que el pecado ha sido vencido. En este espíritu, una ¡Feliz Pascua de Resurrección! con el gozo de Jesús vencedor, Jesús triunfador.