La capilla de Totihue, construida por el arquitecto Gonzalo Mardones recibió el premio como la mejor obra 2016 de parte del Architectural Review. Esta fue bendecida por el obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, en octubre de 2014.
Durante tres décadas la comunidad de Totihue utilizó un silo de adobe de más 200 años para congregarse. A partir de 1972, la estructura se convirtió en la respuesta para la oración católica, aunque deteriorado y habitada por murciélagos. No obstante, después del terremoto del 27 de febrero de 2010 el silo se dañó considerablemente, y su papel como lugar de culto fue prohibido debido al riesgo de colapso.
Fue a partir de ahí que se inició un proyecto para la construcción de una capilla para Totihue, combinándose el esfuerzo del arquitecto Gonzalo Mardones, el sacerdote Iván Guajardo y la contribución de los habitantes y vecinos del lugar, quienes realizaron una serie de acciones. Domingo por medio, aprovechando los partidos de fútbol, las señoras se instalan en la cancha de Totihue y bajo una ramada, con lluvia o con sol, vendieron sopaipillas, empanadas de queso y sándwiches. El resto de los domingo, cocinaban pescado frito y pollo con agregado. Instalaban mesones en el patio de las casas. Y cada peso que juntan iba para la capilla.
También se recibió el apoyo económico de Ayuda a la Iglesia Que Sufre (AIS), que comenzó una campaña llamada “Capillas de Emergencia” para aquellos lugares que habían sufrido la pérdida de su lugar de culto.
Para Mardones, la geometría es fundamental para la arquitectura y las dimensiones estrictas del silo, 10,5 metros de diámetro y altura, que actuó como un punto de partida para la longitud, la anchura y la altura de las otras estructuras. El silo determina la extensión de la nueva capilla, que fue construida siguiendo la proporción aérea y añade espacio para el altar y la entrada. La altura de la nueva nave es de 7 metros a fin de no eclipsar el silo como el elemento central en el paisaje.