Palabras del Pastor

Mons. Juan Ignacio González frente a matrimonio igualitario: “Las consecuencias son de mucha gravedad”

- “Pido, con humildad, que piensen bien lo que están haciendo, porque la responsabilidad parlamentaria y presidencial que se les ha dado es para buscar el bien común y no para dar cabida a ideologías que están de moda actualmente”, señaló el administrador apostólico de Rancagua.

Monseñor, ¿Cuál es el mensaje de la Iglesia frente al anuncio del presidente Piñera de dar urgencia al proyecto de ley de matrimonio igualitario?

Más allá del ámbito político, lo grave de esta iniciativa en sí misma es que no solamente se trata de regular la relación de las personas, que es propio del derecho, sino que en este caso, lo que está ocurriendo es que el derecho está cambiando la naturaleza y esencia de las cosas. Lo que se está intentando hacer en Chile es que la ley no sólo regule los efectos de la relación entre dos personas, sino que cambie la naturaleza de su relación y que diga que algo sea lo que no es. El matrimonio, desde el inicio, ha sido siempre una vinculación, sobre todo en el momento de la procreación, entre un hombre y una mujer. Cambiar este concepto significará consecuencias gravísimas para toda la sociedad. Pensemos en la adopción, si la ley -caprichosamente- dice que el matrimonio es entre dos hombres o dos mujeres no habrá razón para pensar que esas personas desde el día del matrimonio pueden adoptar. Se establecerá como un derecho el matrimonio homosexual, por lo tanto, aparecerán otros derechos; habrá que cambiar la legislación en relación a la filiación.

 

¿Cuáles son las consecuencias más graves de esta situación?

El cambio en la mentalidad de las personas sobre algo que es la esencia de la sociedad occidental y mundial, que es la familia, formada por un hombre y una mujer.

Los que han promovido esta iniciativa no se dan cuenta de que son parte de una estrategia mucho más profunda, que en fondo va en contra de las concepciones humanistas y cristianas que hemos tenido durante siglos. También hay que tener en cuenta que quienes han promovido esto, siendo hombres y mujeres de cultura con capacidad de estudio y de comprensión de la realidad, se hacen responsables ante la sociedad y el país de la gravedad de sus decisiones. Creo que no evalúan las graves consecuencias que tendrá esta decisión, no en el corto plazo, sino que en el mediano y largo plazo para un país como Chile. Por eso pido, con humildad, que piensen bien lo que están haciendo, porque la responsabilidad parlamentaria y presidencial que se les ha dado es para buscar el bien común y no para dar cabida a ideologías que están de moda actualmente. Creo que es el paso más grave que ha dado la autoridad legislativa y ahora el Presidente de la República, en todo su mandato.

 

Monseñor, frente a esta realidad, la solemnidad de Corpus Christi cobra aún más valor…

Recuerdo con mucho cariño cuando el papa Francisco nos dijo a todos los obispos de Chile acerca de la centralidad de Cristo en nuestras vidas y que perderla era muy grave para una nación cristiana, porque pierde su esencia. Esta solemnidad que celebramos hoy domingo 6 de junio es la esencia misma de esa realidad. Por eso, en muchas partes y en nuestra diócesis también ha surgido con fuerza esta idea tan propia de nuestra fe, que es la Adoración Perpetúa al Santísimo. Tenemos en nuestra Diócesis de Rancagua, el Monasterio de las Adoratrices del Santísimo Sacramento, que hacen un trabajo precioso, estando siempre al lado del Señor, porque creemos firmemente que en la Santa Eucaristía está Él con su sangre, con su cuerpo, con su alma y con su divinidad. Por lo tanto, pido a todos los sacerdotes que este domingo en todas las parroquias, en todas las Eucaristías, en todas las celebraciones comunitarias, haya un momento de adoración y reverencia, en particular, a la Santa Eucaristía, especialmente en estos momentos tan complejos. También he pedido a todos los sacerdotes que abran las iglesias, porque ésta es una manifestación del culto eucarístico. Ojalá este día, todos podamos hacer una breve visita al Santísimo para poder orar.