Monseñor, desde su llegada a la diócesis, usted pidió insistentemente que rezáramos para que se nombrara un obispo diocesano, esta semana el Papa ha nombrado a Mons. Guillermo Vera ¿Cuál es su mensaje para los feligreses de la Diócesis de Rancagua frente a este nombramiento?
Lo primero es pensar en el poder de la oración, son muchas las personas que oraron en la diócesis para que el Señor impusiera el envío de un obispo. Incluso en las circunstancias difíciles que vive la iglesia y el mundo, el Santo Padre se ha fijado en nosotros y ha estudiado la información enviada por la Nunciatura y ha dispuesto para que llegue a nuestra diócesis monseñor Guillermo Vera Soto, obispo de Iquique. Es un día y un tiempo de acción de gracias, porque tener un obispo es tener, de alguna manera, la presencia del mismo Señor entre nosotros, que congrega, que une, que guía. Por eso, la fe de la Iglesia siempre ha dicho que el Papa es el representante de Cristo en la Iglesia universal; y el obispo es el Vicario de Cristo en la Iglesia particular y es un hecho teológico y pastoral de gran importancia y así lo hemos apreciado.
¿Cómo es el nuevo obispo?
Muchas personas me han preguntado cómo es: es un hombre sencillo, viene del mundo rural, de Isla de Maipo. Es un hombre con gran amor a la piedad popular, con un empeño muy particular por las vocaciones y con una piedad mariana muy a flor de piel. De hecho llegará a Rancagua, después de la fiesta de la Tirana. Esa fiesta es el corazón de la piedad popular en el norte. Creo que el Señor escuchó nuestra oración y debemos estar contentos y felices.
¿Y cuál es nuestra actitud frente al nuevo obispo?
Se le recibe como un enviado del Señor. Es un hombre, un hombre pecador, con debilidades, pero lo que interesa no es quién es. Sino qué es. Es el vicario de Cristo en la tierra, en la diócesis. Entonces, la invitación es a abrir el corazón. He visto mucha alegría en los sacerdotes, mucha alegría en las religiosas, en las reuniones que hemos tenido y en las que ha participado. El jueves participó en el foro temático de preparación para la Asamblea Eclesial con un saludo y unas palabras. Es tiempo para estar muy contentos, poco a poco nuestra diócesis de Rancagua está saliendo de momentos difíciles que nos tocó vivir.
Monseñor, usted dio inicio al proceso de escucha para la Asamblea Eclesial con el primer foro temático sobre la Acción Social, ¿Qué otros temas cree usted se deberían abordar en este proceso?
La Acción Social de la Iglesia es una temática muy importante. En este primer foro participaron alrededor de 120 personas y escucharon y participaron en la exposición sobre lo que se ha hecho en el ámbito de la caridad y creo que es muy importante. Pero también durante este encuentro surgió la inquietud sobre el matrimonio igualitario, al cual el Presidente de la República ha puesto suma urgencia, y esto va a tener consecuencias no sólo para la Iglesia, sino también para la sociedad civil. Entonces, esto lleva de la mano el tema de cómo formar a nuestros católicos en la verdadera fe, porque hay mucha gente confundida, muchos piensan que está bien que la legislación del Estado equipare el matrimonio entre un hombre o una mujer al matrimonio entre dos personas del mismo sexo, sin medir las consecuencias antropológicas. Incluso hemos visto esta confusión en sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos, porque es un tema complicado: cómo se respeta el derecho de las personas, que se declaran homosexuales, que tiene derecho al respeto y a su dignidad, pero hay que tener en cuenta que hay cosas que no se puedan realizar. Entonces, estamos fallando en la formación. Por eso hemos puesto énfasis en la formación de los catequistas, de los profesores de religión, porque si no hay una transmisión de la fe y de lo que nos enseña la Iglesia, se deforma la fe y se llega a estas situaciones que van en contra de las enseñanzas de Jesucristo y del Evangelio y de la Iglesia. Por lo tanto, la formación es un tema que es necesario abordar.
Además, se debe abordar el área de la Liturgia, porque es la expresión más fuerte de nuestra alabanza a Dios, que es el primer mandamiento. Entonces, todo lo que se refiere a la celebración litúrgica, a la piedad popular, a expresiones de amor a Dios, a las fiestas patronales, a expresiones en nuestros santuarios, es esencial, porque son manifestaciones de una manera de vivir.
Otro tema de preocupación son las vocaciones en un sentido amplio: los jóvenes no se están casando, no están aportando a servir a la vida religiosa o sacerdotal. Ello es motivo de análisis. Quizás no se reza lo suficiente para sacar del corazón del Señor las vocaciones. Además, en nuestras familias se ha ido perdiendo el deseo y amor de tener una hija o hijo consagrado a Dios. Son algunas de las temáticas que deberíamos tocar para hacer aportes a la Asamblea Eclesial en Latino América y el Caribe.