Muy queridos Hermanos y Hermanas: La paz del Señor esté con cada uno de ustedes.
San Pablo en su carta a los cristianos de Filipo les alentaba a estar alegres, a no inquietarse, y a confiar plenamente en esa Paz de Dios que excede a todo entendimiento, y que guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Por eso mis primeras palabras sean estas: la paz del Señor esté con ustedes. Que esta paz esté con usted señor Nuncio, agradezco su presencia que hace cercana la persona del querido Papa Francisco y agradezco a usted su fraterna solicitud para conmigo.
Que la paz del Señor sea contigo estimado hermano Juan Ignacio que te ha correspondido en este último tiempo la importante misión de ser Administrador Apostólico en Rancagua. Gracias por todo el trabajo que con tanta solicitud realizaste y que sacerdotes, diáconos religiosos y todo el pueblo fiel te agradece. Yo también te agradezco tu fraterna cercanía para introducirme en esta misión que el Papa me encomienda.
Dirigiendo mi pensamiento con cariño y agradecimiento a todos los hermanos y hermanas que acabo de dejar en Iquique a ustedes también les digo y les deseo que la paz del Señor les acompañe siempre y que el buen Dios les recompense todo el bien que me hicieron el cariño que me demostraron. Les recordaré siempre
Me dirijo a ustedes mis muy queridos hijos y hermanos de la diócesis de Rancagua, a ustedes hermanos sacerdotes y diáconos, religiosos, religiosas, autoridades, hermanos y hermanas todas, hermanos migrantes que han llegado a aportar con su trabajo y cultura en medio nuestro.
Quisiera poder encauzar nuestros pensamientos y emociones en torno a este familiar relato del Evangelio según san Mateo que hemos escuchado y que la liturgia de los días precedente nos fue preparando
En los días previos vimos como Jesús ha narrado a un grupo grande de gente que le seguía, la parábola del sembrador. Una imagen que ustedes nacen observando en estos fértiles campos de la Región del
Libertador BernardoO’Higgins, ustedes saben bien cómo, dónde y en qué momento sembrar. Jesús utiliza un lenguaje comprensible para todos, con imágenes de la naturaleza.
Pero a pesar del tono sencillo y accesible para todos, sus discípulos quieren entenderlo mejor, profundizar, saber con claridad a qué corresponden esas imágenes en cada una de sus vidas. Ellos quieren confirmar que están captándolo, se esfuerzan en buscar ese significado hondo que se les escapa. Con esa misma actitud de los apóstoles nos acercamos hoy a esta explicación del Señor buscando como ellos escudriñar en su Palabra y poder hacerla vida en nosotros.
Los que leemos la Palabra de Dios debemos rezar con ella, preguntándonos ¿qué quieres decirme Señor, en elhoy de mi vida?
En esta parábola nos encontramos en primer lugar con la figura del sembrador, generoso sin límites, dando todo lo que tiene y sin reparar en el tipo de suelo, con la misma generosidad reparte semilla en los caminos, en los abrojos, en los pedregales, en la tierra buena...todos los suelos, si se trabajan pueden dar fruto.Así en cada una de nuestras vidas, con su gracia infinitasiembra generosamente, hermosa imagen del amor misericordioso del Padre. Así como el campesino trabaja la tierra y esparce la semilla así Dios trabaja en nuestras vidas y la semilla de su gracia desea que produzcamos frutos.
En nuestra vida tenemos experiencia sin duda de ese Padre Dios y de tantos sembradores de su palabra que ustedes han conocido en estas tierras entregando sus vidas sin escatimar entrega. Tantos sembradores que nos precedieron y muchos que viven entre nosotros a los que agradecer por ser esa imagen viva de lo que significa evangelizar, sembrar sin cálculos.
Cómo no agradecer el trabajo de los obispos que me han precedido y que recordamos con cariño ante el Señor, pidiendo para los que ya han fallecido el don de la vida eterna, y a quienes viven, el Cardenal Jorge Medina y a mi predecesor Mons. Alejandro Goic, para los cuales pido abundante bendición y el consuelo del Señor para sus vidas; junto a ellos, agradecer el trabajo de tantos sacerdotes diocesanos y religiosos, diáconos, religiosos(as), catequistas, familias cristianas que han transmitido la fe a las nuevas generaciones.
Cómo no agradecer hoy que, desde los albores de nuestra vida como nación, y mucho antes de nuestra independencia, proceso del que Rancagua es un hito, estas tierras fueron un temprano ejemplo de la evangelización de Chile.
La parroquia de la Santa Cruz se erige en la ciudad de Rancagua el año 1550 con el propósito de dar a conocer a Jesús y administrar los sacramentos, repartir la semilla de la Buena Nueva en los corazones de los que aquí vivían. El campo era grande por lo que pronto surgieron las nuevas comunidades en Malloa, Peumo, Codegua, Colchagua, Nancagua, Rapel y tantas otras hasta llegar hoy a constituir una Iglesia compuesta por 67 parroquias con sus 700 capillas que desean ser fuentes de agua viva y semilleros de la buena nueva. Para ayudar en esta tarea evangelizadorallegaron desde un principio: agustinos, franciscanos y jesuitas que trajeronjunto con el anuncio del evangelionuevas formas culturales y tecnologías que enriquecieron a Chile.
Esta Iglesia que camina en esta Región podemos decir que fue como el semillero de la Fe de nuestro país, algo que tenemos que aquilatar y cuidar como un Tesoro vivo, que nos de la fuerza para retomar y no cansarnos en la tarea evangelizadora.
Ahora, todos nosotros sacerdotes, consagrados y laicossomos los responsables de preparar la tierra, cuidar la semilla y tirarla en el momento adecuado, regar, quitar las malas hierbas, segar...es mucho trabajo, mucho esfuerzo...así es nuestra vida, una batalla permanente por querer acoger esa semilla que es el amor de Dios, gratuito, para cada uno de nosotros, trabajando el alma para que su amor dé frutos y podamos seguir ayudándole a sembrar.
Uno de los primeros lugares que hemos de cuidar y cultivar es la familia. La familia es la unidad básica de nuestra Fe, el lugar en el que se recibe el primer amor, donde se aprenden los primeros ejemplos de querer a Jesús, a la Virgen,a la Iglesia. Esta es la familia que tenemos que fortalecer en tiempos actuales en los que la unidad y la identidad de ella está siendo cuestionada y erosionada.
La Iglesia misionera tiene que dirigirse en primer lugar a las familias católicas, especialmente a aquellas que se sienten asediadas por mensajes que amenazan su unidad, para que perseveren en la Fe, para que den ejemplo y testimonio de Cristo y ellas mismas se conviertan en misioneras de la buena noticia del evangelio.
Nunca como ahora-al menos en el pasado que yo he vivido-ser una comunidad católica ha sido tan desafiante. Ser testigos de Cristo se ha convertido en un reto gigantesco. Frente a este embate tenemos que unirnos mucho más como comunidad, sacerdotes, consagrados y laicos trabajando juntos, formándonos para servir mejor, dialogando con caridad, escuchándonos activamente pero siempre preservando el Tesoro de nuestra Fe como Cristo nos lo entregó y la Iglesia a la que pertenecemos ha enriquecido y custodiado a través de la Historia.
Van a llegar tiempos muchos mejores en que la vida social y la de la Iglesia van a converger. Sin embargo, para ello falta un tiempo. Antes de llegar a esa meta con la ayuda insustituible de la oración es preciso fortalecer la unidad entre nosotros en íntima unión con la Iglesia, tarea a la cual como obispo deseo ayudar y responder asíal llamado del Santo Padre Francisco paraocupar esta Sede Episcopal.
Así es como sueño la Iglesia de Rancagua. Fiel a su tradición, pero con una clara visión de los problemas del presente. Nos espera un mejor futuro, pero no podemos olvidar que para ello tenemos que transitar por tiempos difíciles ante los cuales pido a Dios que como pastor yosepa estar aquí para guiar, acoger, aconsejar, para consolar, para alegrarme y padecer con ustedes y sin duda para escuchar y comprender y hacerme cargo de todas las necesidades que vayan surgiendo.
Nada en la vida se logra sin esfuerzo. Cómo saben los hombres del campo,de ese esfuerzo previo del que hoy Jesús nos habla: hay que arar, hay que fertilizar, hay que tratar con cariño lo que será el fruto de ese esfuerzo ¿Qué persona que posea un animal de cría no conoce que esta realidad se aplica a su rebaño? ¿Qué trabajador de las minas en la cordillera o de las salinas junto al mar, no sabe que se necesitan años de trabajo e inversión hasta dar con la veta que finalmente da el fruto anhelado?
Los pescadores de nuestra costa reparan sus aparejos, sus botes, observan, y una vez embarcados se esfuerzan día y noche en jornadas extenuantes hasta dar con el cardumen deseado. El comerciante de nuestras ciudades, el estudiante, la dueña de casa, los profesionales, todos hacemos un trabajo previo, un esfuerzo para lograr el fruto que ansiamos.
El día que nos convirtamos en una Iglesia Evangelizadora, que nos formemos a nosotros mismos en nuestra Fe, que irradiemos desde el interior de nuestras familias hogares luminosos, que nos constituyamos como una verdadera comunidad de Iglesia, ese día seremos capaces de dar los frutos que se esperan de nosotros como Hijos de Dios, al igual que los campos florecidos de esta hermosa región.
Por todo les invito a ustedes queridoshermanos sacerdotes, primeros colaboradores en mi ministerio episcopal, a ustedes queridos diáconos, a las entrañables comunidades religiosas que aquí están presentes, seamos como nos dice San Pablo, compañeros de trabajo al servicio de Dios, trabajemos unidos, rememos para el mismo lado, sintámonos todos en la misma barca, vivamos de tal manera nuestra vocación, consagración y servicio haciendo nuestras las palabras del salmo 68: “Señor que por mi causa no queden defraudados los que en ti esperan”, seamos de verdad…. SERVIDORES, DE LOS HERMANOS…, del santo pueblo de Dios, como lo llama el Papa Francisco.
Sí, no olvidemos que por pura gracia hemos sido puestos sobre el candelero para iluminar, para mostrar caminos, que de nosotros depende que muchos se acerquen o se alejen del Señor, sintamos la responsabilidad de llevar a muchos o mejor dicho a todos al cielo y para cumplir esta misión, junto con vivir nuestra consagración, seamos activos motivadores para que muchos jóvenes , hombres y mujeres quieran consagrar su vida en el sacerdocio y la vida religiosa y vengan a colaborar con nosotros en la gran tarea que tenemos entre manos. Rancagua ha de volver a ser esa tierra levítica donde de sus familias surjan sacerdotes y consagrados para el servicio del pueblo de Dios, pueblo que ha de ser todo él misionero y evangelizador. ¡Todos los bautizados a trabajar por el Reino!
Hermanos y Hermanas: hace 470 años la Santa Cruz fue plantada en esta tierra, en sus campos y montañas, y sobre todo en el corazón de los creyentes que conocieron la ley de Dios manifestada en los mandamientos que hoy hemos escuchado y que en esta tierra sin duda procuramos cumplir. Hoy con más fuerza que nunca y renovada fe, al igual que la Virgen Santa miremos la cruz y en ella al Crucificado.
Sí,aunque ha habido y hay dolor por la pandemia que nos azota, aunque la lluvia ha sido escasa, aunque como Iglesia hemos sufrido, aunque hay dolores en nuestra vida personal, aunque hay muchos desafíos por delante, miremos al Crucificado y con san Pedro, digamos: “a quien otro vamos a ir si solo Tú tienes palabras de vida eterna” y con el profeta Habacuc proclamemos a pesar de todas las dificultades y digamos“yo me alegrare con el Señor, tendré mi gozo en Dios mi salvador. El Señor es mi fuerza; él da a mis pies la agilidad de la cierva y me hace caminar por las alturas.
Muy queridos hermanos y hermanas; niños, jóvenes adultos, adultos mayores, consagrados y laicos de esta diócesis de la Santa Cruz de Rancagua, renovemos nuestro deseo de cuidar la fe que nos fue regalada y seamos juntos misioneros que preparemos un futuro más lleno de evangelio; trabajemos de tal manera que lo que nuestros abuelos cantaban: A Dios queremos en nuestras leyes en las escuelas y en el hogar y en cada uno de nuestros corazones, sea una realidad en medio nuestro.
Al recordar a los abuelos, un saludo cariñoso a todos quienes hoy son abuelos y abuelas, ¡qué hermoso título!,no olviden que este domingo les tendremos presentes en nuestras oraciones de manera especial, ya que al celebrarse el lunes a San Joaquín y Santa Ana , padres de la Virgen María y abuelos de Jesús, el santo Padre ha querido que cada año el domingo cercano a esa fiesta, sea el día de ustedes, los que tanto han luchado y trabajado por sacar delante a sus familias y que han transmitido y mantiene encendida la luz de la fe entre los suyos, para ustedes nuestro gracias y que el Señor les bendiga.
Al terminar invoco con cariño a la Virgen Santa y bajo su mirada amorosa coloco mi ministerio episcopal y a toda esta querida diócesis, a Ella le pido que siempre nos muestre a Jesús y que nos alcance de Él lluvias de bendiciones como también la bendición de la lluvia tan necesaria que haga fecundos nuestros campos y montañas.
Que la Virgen Santa, nos tome de la mano para caminar tras los pasos de Jesús hasta el cielo.
Dios sea bendito.