Monseñor, ¿Cómo nos interpela en la actualidad, la celebración de la Asunción de la Virgen?
Nos interpela mucho, sobre todo con lo que nos ha tocado vivir en estos tiempos de pandemia, donde tantas familias han perdido a seres queridos, a los cuales ha habido que -en muchos casos- sepultar rápidamente, sin poder acompañarlos como estamos acostumbrados y eso ha sido tremendamente doloroso. En el tiempo de pandemia se ha puesto de manifiesto la verdad de la muerte. Esa que -a veces- tratamos de ocultar de muchas maneras, pero que, sin embargo, está presente en la vida de todas las personas, creyentes o no creyentes, y que, en el caso de nosotros, los católicos, está iluminado por la palabra de Dios, por lo que nos enseña el Señor. Y esta fiesta hermosa de la Asunción de la Virgen nos habla precisamente de que hay cielo, hay vida eterna, de que la muerte ha sido vencida, derrotada por Jesucristo con su gloriosa resurrección y, que, por lo tanto, tras la muerte hay esperanza. Muchas veces en nuestro hablar cotidiano decimos para todo hay solución menos para la muerte, la verdad es que la muerte ha sido derrotada, no es la que tiene la última palabra, entonces, esta fiesta de la Asunción nos invita a mirar al cielo y a mirar de forma confiada. Es verdad que la muerte como tal nos cuesta, nos duele. Incluso la Iglesia reza: ‘aunque la certeza de morir nos entristece, lo que nos consuela es la promesa de la futura inmortalidad’ y esa inmortalidad ya se ha cumplido en la Virgen Santa, por lo tanto, es una fiesta que nos invita a mirar al cielo, a mirar a la Virgen glorificada, participando de la misma gloria del Señor y regalándonos la esperanza de que esa gloria no es sólo para ella, sino que también para nosotros, que Jesucristo la ganó para ella y para nosotros. Por lo tanto, que podamos enfrentar la muerte y las situaciones de muerte, con todo lo doloroso que es, con esperanza.
Monseñor, por otra parte, el próximo 18 de agosto celebraremos el Día de la Solidaridad en honor a San Alberto Hurtado, ¿Qué características de él deberíamos recordar y especialmente tratar de practicar?
Del padre Hurtado siempre se destaca mucho su alegría: ‘Contento, Señor Contento’. No siempre la vida nos lleva de estar tan contentos, también hay situaciones que nos llevan a angustiarnos, a llorar, pero como creyentes esas penas debieran durarnos poco. Si creemos en el Señor, creer que él está con nosotros, que nos acompaña y nos ayuda a tener una mirada distinta. Hay un canto en la Iglesia que dice: ‘mirar a través de tus ojos Señor’. Eso es muy importante y el padre Hurtado miró con los ojos del Señor y vio el dolor, la pobreza, las situaciones difíciles y trató de ayudar; con los ojos del Señor también vio las cosas positivas, la generosidad que había en la gente; con los ojos del Señor vio la potencialidad que había en los jóvenes, en los universitarios, en los trabajadores, y que había que sacar lo mejor de ellos mismos para contribuir al bien de todos. Por eso, el padre Hurtado dentro de todas las dificultades que incluso él vivía con la enfermedad que padeció, decía ‘Contento, Señor Contento’, porque miraba con los ojos del Señor y mirar con los ojos del Señor siempre es una mirada esperanzadora. El padre Hurtado tuvo esa mirada, y como hombres y mujeres creyentes deberíamos siempre tener esa mirada de creer en el ser humano en la bondad y en las cosas nobles que puede realizar, sobre todo, si estamos tomados de la mano del Señor.
Rescataría la alegría y el saber mirar a través de los ojos del Señor, que lo llevó a no quedarse de brazos cruzados sino a querer hacer y motivar a que otros hicieran muchas cosas por llevar más esperanza.
Monseñor, por otra parte, nuestro país está sufriendo una grave crisis hídrica, desde la Iglesia, ¿Cómo podemos aportar?
Se está viviendo una crisis del agua. Entonces, cada uno debe asumir su responsabilidad para cuidarla, y partir desde cosas simples como cuánto gastamos en las duchas, en lavar la loza. La crisis del agua no sólo se está viviendo en Chile, sino que en todo el mundo. El agua no es un recurso inagotable. Llamaría a cuidar el agua y la naturaleza y creer que Dios también actuará y estará infundiendo su luz en muchas mentes y corazones buscando soluciones para todo esto. Pero no hemos de perder de vista la responsabilidad de cada uno.
Como ser humano hemos contribuido al cambio climático que estamos viviendo. Además, debiera preocuparnos esta sequía que estamos viviendo en nuestra región, que es principalmente agrícola. Algo tenemos que hacer y como creyentes creemos en el poder de la oración. Por ello, he pedido a todos los sacerdotes que se rece en todas las misas y, especialmente, este domingo 15 de agosto, de la Asunción de la Virgen, por el don del agua y eso lo queremos hacer como comunidad creyente. E invito a todos a que, en sus casas, como familia, supliquemos al Señor el regalo de la lluvia y sea una gran bendición para todos.