Monseñor, ¿Cuál es su evaluación de este año 2021?
En primer lugar recordar que llegué a la Diócesis de Rancagua a fines de julio y desde ese momento mi gran preocupación fue visitar las parroquias para conocerlas y tener un primer contacto. Es así como al terminar este año 2021, he recorrido prácticamente todas las parroquias de la diócesis y ha sido una gran alegría poder encontrarme con los sacerdotes, con los religiosos y religiosas, con los diáconos, que están trabajando; y también con tantos laicos que están comprometidos con la tarea pastoral de la Iglesia. Ha sido grato y emocionante.
A los sacerdotes siempre les he dicho que debemos darnos cuenta de lo que tenemos, de lo qué es esta diócesis, lo qué es esta región. He vivido en otras diócesis durante mi vida cristiana como laico, luego como sacerdote y después como obispo y llegar a Rancagua y ver la profunda fe y religiosidad que hay en mucha gente, una vida parroquial muy intensa, y una gran vida sacramental, ha sido muy emocionante.
Esos primeros días cuando asumí y comencé a visitar las parroquias recién se empezaban a levantar un poco las restricciones por la pandemia y vi mucha gente en las misas y no es así en todos los lugares y eso indica una profunda religiosidad, que hay una identidad católica muy profunda y que invito a que todos lo valoremos; y que como sacerdotes, que nos toca pastorear y estar en las distintas comunidades, sintamos esa responsabilidad.
También las familias que han recibido la fe como un regalo de sus antepasados, de sus padres, de sus abuelos y que ahora le corresponde a las nuevas familias continuar transmitiendo. Ahí está el trabajo de los padres jóvenes, de los abuelos y de toda la familia.
En ese sentido, feliz de poder conocer esta realidad hermosa. Sin duda, que hay cosas que hay que seguir trabajando, mejorar y superar, como en todos los planos de la vida, pero aquí hay una fe profunda y gran religiosidad, que todos debemos agradecer y cuidar.
Monseñor, para el 2022, ¿Cuáles van a ser los énfasis?
Los énfasis los vamos conversando con el Consejo de Gobierno, donde hay sacerdotes y laicos que aportan y también escuchando a la Iglesia universal. El Santo Padre nos ha invitado en este último tiempo a trabajar en la sinodalidad. En una iglesia más sinodal, que es donde todos vivamos más en comunión, donde nos sintamos familia de Dios. Y en un pueblo, en una familia, todas las personas son importantes, todos pueden aportar con los talentos y capacidades que tenga. Entonces, todo este nuevo año que vamos a iniciar estará marcado por este trabajo sinodal que deberá estar presente transversalmente en toda nuestra pastoral.
Por otra parte, ya vamos superando de alguna manera la pandemia y volviendo a cierta normalidad y la catequesis cobra una relevancia fundamental. El último tiempo hemos celebrado los sacramentos gracias a la creatividad de los sacerdotes, de los catequistas y la gente que a través del computador, de los teléfonos han seguido las distintas catequesis. También para dar facilidades se abreviaron los tiempos de la catequesis, pero ya llega el tiempo de ordenarnos nuevamente y sentir que en la catequesis debemos encontrarnos, porque ésta también debe ser una experiencia de escucharnos, de conocernos, de compartir y juntos de vivir la fe. Llega el tiempo de que los padres se preocupen de inscribir a los niños para que se preparen para la primera comunión y los jóvenes vuelvan a preparar la confirmación, que los padres quieran bautizar a sus hijos, a que se celebren los matrimonios.
Son las cosas fundamentales: Vivir este espíritu sinodal en la Iglesia y fortalecer todo lo que sea la catequesis y la pastoral que estábamos acostumbrados a hacer y que dejamos en paréntesis por un tiempo. Ha llegado el momento de retomarlas con mucho ánimo, creatividad y responsabilidad.