Palabras del Pastor

Fiesta de Santa Rosa de Lima de Pelequén

"Quienes vayan a peregrinar hasta Santa Rosa, dispongan su corazón, caminen solos, con la familia o amigos, en un ambiente de sana alegría", dijo el obispo de Rancagua.

Queridos hermanos y hermanas:

Ya en estos días y el próximo miércoles 30 de agosto, fiesta de Santa Rosa de Lima, serán muchos quienes desde las distintas localidades de nuestra diócesis de Rancagua y de otros lugares peregrinarán al santuario de Pelequén, donde es venerada la imagen de la primera santa que dio a la iglesia nuestra tierra americana. Hay una multitud devotos que, a lo largo de los años, han experimentado junto a Santa Rosa y en este Santuario, la ternura y la misericordia de Dios.

La Iglesia enseña que: el peregrino cuando se encamina a un santuario se reconoce parte de un pueblo, del Pueblo de Dios que camina en este mundo. “Allí, el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando hacia Dios que los espera”. Qué importante es sentirse parte de una comunidad, saber que en la vida no estoy solo, aunque a veces lo parezca, por lo mismo, es bueno hacer la experiencia de sentirse pueblo, Iglesia, parte de una comunidad de hombres y mujeres frágiles pero llenos de esperanza, que no caminan a la deriva, sino que peregrinan hacia Dios. Es hermoso vivir esta verdad en los santuarios, donde los alejados se sienten acogidos, los pobres no abandonados, los sufrientes consolados, todos hijos y hermanos.

Los santuarios son los lugares donde el alma respira y la vida se renueva con la certeza que cada uno no es un número, sino un hijo, una hija amada de Dios. La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar un verdadero canto de esperanza, y la llegada un encuentro de amor. Todos podemos cantar entonces desde ahora “Que alegría cuando me dijeron, vamos a la Casa del Señor”.

Al llegar a un santuario, “la mirada del peregrino se deposita sobre unan imagen que simboliza la ternura y cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio”, sí, es una vivencia profunda de Dios, a través de gestos y ritos sencillos que hace visible la fe, una vela encendida, una oración musitada en silencio, una lágrima, todo expresa confianza y abandono, esperanza cierta. El santuario es el lugar para los humildes y sencillos, aquellos que se saben pequeños, pecadores, necesitados, pero con todo poseedor de una dignidad inmensa, hijos amados de Dios. Si las paredes de los santuarios hablaran, cuántas historias de conversión, de decisiones tomadas, de perdón y de dones recibidos nos podrían contar.

Quienes vayan a peregrinar hasta Santa Rosa, dispongan su corazón, caminen solos, con la familia o amigos, en un ambiente de sana alegría. En el santuario aprovechen de rezar con tranquilidad, dediquen tiempo para hablar con Jesús la Virgen y santa Rosa, confesarse para pedir perdón de sus pecados, participen de la Santa Misa, paguen su manda, encuéntrense con los suyos que quizá tiempo no ven, vivan un día de fiesta y alegría y vuelvan a sus casas confortados, consolados, animados, sabiendo que el Señor ha acogido tu acto de fe que junto a Santa Rosa has mostrado. Que al volver del santuario quienes te encuentran, te vean contento, renovado, y así puedas ser un misionero en medio de los tuyos manifestando que para ti: “Lo bueno es estar cerca del Señor y hacer de Él tu refugio”.

Dios les bendiga

+ Guillermo Vera Soto

Obispo de Rancagua