Queridos hermanos y hermanas:
“Acuérdate del Señor, todos los días de tu vida, hijo mío, y no peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos. Realiza obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia…No apartes tu rostro del pobre”. Son estas las palabras de Tobías a su hijo Tobit en la Sagrada Escritura.
Qué importante consejo el cual enseña como caminar en la vida. Este domingo en la Iglesia celebramos la VII Jornada Mundial de los Pobres, jornada de oración y reflexión instituida por el Papa Francisco para invitarnos a abrir nuestros ojos ante la realidad de la pobreza y ver que podemos hacer para que disminuya, como también una invitación a vivir más pobremente evitando el derroche.
Lo importante es que ante el pobre no podemos volver la mirada hacia otra parte. “A los pobres los tendréis siempre con ustedes”, nos dice Jesús y si están ahí es para servirlos y no
para ignorarlos.
La cultura que vivimos muchas veces nos engaña y nos adormece. Los pobres y su dolor están ahí, muy cerca y quedamos indiferentes. Vemos las noticias de dolor, pobreza y muerte, pero no logran impactarnos y, si lo hacen, prontamente se nos olvida y la vida sigue, por esto es importante acoger el consejo de Tobías: “No apartes tu rostro del pobre”, pues como cristianos debemos hacer nuestras las necesidades y dolores de los demás, no olvidarlas, tratar de ayudar en cuanto podamos.
La caridad debe ser siempre creativa, hay muchas formas de hacer el bien y hemos de estar atentos a las pobrezas nuevas que surgen en medio nuestro.
Al hablar de pobreza no podemos olvidar que más que pobreza son personas pobres, más que un número son hermanos, hermanos que la sufren y, por lo tanto, nuestra caridad debe estar marcada por la ternura y el sentimiento de ponerme en el lugar del otro: “llorar con los que lloran”.
Cómo no alegrarnos por tanta gente que generosamente sirve y que así regala esperanza. Que, al escuchar el consejo de Tobías, todos nos sintamos llamados a mirar con cariño a quienes sufren pobreza y podamos aliviar sus necesidades con nuestra caridad viva y operante.
Al Señor le pedimos nos conceda crecer en la fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en la caridad la angustia y la tristeza de los hermanos y así les mostremos el camino de la salvación.
Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna. Ayúdanos a mostrarnos ante quien se siente explotado y deprimido.
Tratemos de servir y procuremos llevar una vida sencilla. No apartemos la mirada del pobre.
Dios les bendiga
+Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua