Esta es una tradición que cada año los reúne y que en esta oportunidad compartieron en torno a la Eucaristía y posteriormente un almuerzo junto a sus respectivas esposas, el administrador apostólico de Rancagua, monseñor Fernando Ramos y el asesor de la Pastoral del diaconado permanente, presbítero Danilo González.
Los diáconos permanentes son ministros de la palabra de Dios, de la Liturgia y de la Caridad, animando comunidades cristianas y sectores de la vida eclesial, tanto a nivel diocesano como parroquial, siempre en dependencia del Obispo y en comunión con los Presbíteros, para el servicio del Pueblo de Dios. (Nº 30)
El Diaconado es conferido por una efusión especial del Espíritu, que realiza en quien la recibe una específica conformación con Cristo, señor y Siervo de todos…Él es en la Iglesia signo sacramental de Cristo Siervo. (Nº 50)
El Sacramento del Matrimonio “es un don de Dios y debe alimentar la vida espiritual del Diacono casado…en el matrimonio el amor se hace donación interpersonal, mutua fidelidad, fuente de vida nueva, sostén en los momentos de alegría y de dolor; en una palabra, el amor se hace servicio.
Vivido en la fe, este servicio familiar es, para los demás fieles, ejemplo de amor en Cristo y el Diácono casado lo debe usar también como estímulo de su diaconía en la Iglesia. (Nº 51).
: El Diácono Permanente debe reflejar lo expresado en la Didascalia de los Apóstoles, que llama a los Diáconos Permanentes: “Los oídos, la boca, el corazón y el alma de los Obispos”.
Y, en tal condición, los Diáconos Permanentes deben cubrir los más variados campos de la acción ministerial, para que así, la acción salvífica de la Iglesia llegue a todos los rincones de la sociedad. (Nº 60) (Orientaciones Pastorales para el Diaconado Permanente, año 2006)