Con una procesión para entrar a la se dio inicio a una eucaristía para celebrar el Día del Migrante, la que fue presidida por el administrador apostólico de la Diócesis de Rancagua, monseñor Fernando Ramos Pérez, el que fue acompañado por el asesor diocesano la Pastoral de Migrantes, padre Humberto Palma Orellana. Ellos entraron escoltados por personas que de una u otra forma colaboran con el trabajo de esta pastoral, como son, representantes de la Gobernación, Policía de Investigaciones, colegios, asociaciones de migrantes, municipalidades, Cesfam, Iglesias Cristianas, abogados, parroquias, entre otros. Cada uno de ellos portaba un cirio prendido, con la luz que representa a Cristo.
Esta celebración eucarística fue convocada por el departamento de pastoral de migrantes de la Diócesis de Rancagua, entidad que ha sostenido desde su creación un trabajo silencioso, pero bastante fecundo.
Uno de sus pilares es la atención personalizada que dan a personas que provienen de distintos lugares de América. Es así como atienden todas las semanas (miércoles) en la Parroquia San Francisco de Rancagua. Hasta ese lugar llegan los migrantes a pedir orientación al equipo de voluntarios, cuyo trabajo está focalizado principalmente en tres áreas: orientación e información visas, contratos de trabajos y prestaciones de las instituciones del estado hacia el migrante, así como los deberes que ellos tienen dentro de la sociedad chilena; apoyo solidario a las familias; acompañamiento espiritual.
Las banderas de distintos países que adornaban el altar de la Catedral fueron el símbolo de unión entre los presentes, al igual que las frutas entregadas como ofrenda, que representaban “los frutos de una sociedad dependen de la acogida, encuentro y dialogo de las personas que componen la realidad de un país”.
También se ofreció la maqueta de una casa, representa “el hogar que nuestros hermanos y hermanas extranjeros quieren encontrar en nuestro país”.