Qué duda cabe del progreso que nuestro país ha tenido en las últimas décadas. A simple vista vemos los avances que se han logrado, pero vemos también que este progreso no lo pueden gozar todos todavía y, al parecer, pasará mucho tiempo para que esto sea una gran realidad. Con todo, el país ha avanzado y esto es positivo.
Sin embargo, creo que es bueno preguntarnos ¿Cuál es el verdadero progreso?, ¿es sólo tener buenas carreteras y estupendos edificios?, ¿es sólo tener buenos índices de producción y económicos? Al parecer, no.
La oración de la Virgen del Carmen, cuya Fiesta celebraremos este martes 16, dice en una de sus partes: “que podamos alcanzar el verdadero progreso: formar una nación de hermanos, donde cada uno tenga pan, respeto y alegría”.
Sí, para que haya verdadero progreso se necesita en primer lugar que todos tengan el pan, y esto significa trabajo, salario justo, respeto por los beneficios logrados, acceso a la salud, posibilidad clara de estudiar, casa digna, entre otras cosas, y chilenos todavía nos falta mucho.
Progreso es también crecer en el respeto de unos para con otros. Fácilmente nos damos cuenta de que en esto estamos en falta. Lamentablemente, hemos crecido en ser muy individualistas y no siempre pensamos en los demás y en que mis derechos terminan donde comienzan los de los otros. Esto lo olvidamos y con facilidad pasamos por sobre las personas. Necesitamos crecer en el respeto, en la empatía, en la paciencia y en el buen trato.
Alegría, quién no quiere ser feliz, sin embargo, esa felicidad la buscamos por caminos equivocados. En este nuestro Chile, que se alegra por tantos avances, mucha de su gente no es feliz, las depresiones andan a la orden del día, la gente cansada, apurada y gruñona es con la cual a diario nos encontramos. Parece, entonces, que la felicidad no está en el tener más sino en ser más. Procuremos que esto llegue a ser una realidad.
Todos queremos la grandeza de Chile y como creyentes la pediremos en estos días muy tomados de la mano de Santa Teresita de los Andes y de la Virgen, que con el título del Carmen es Reina y Madre de esta patria nuestra.
La fe nos enseña que la grandeza de un Pueblo pasa por el respeto y el cuidado de la dignidad de su gente, por eso da temor cuando en un Chile que sabe con dolor de derechos humanos no respetados, se anuncien y promuevan leyes que favorecen el aborto y la eutanasia, lo que es, no respetar el derecho fundamental que es el derecho a la vida, y en estos casos de los más vulnerables.
Un país que busca progreso ha de crecer en humanidad y en esto todos hemos de aprender; cuidar la vida de los más vulnerables, saber acompañar a los que sufren, saber consolar con la presencia, cercanía y cariño, son materias en los cuales todos debemos procura aprobar.
En nuestra diócesis me emociona ver como en Rancagua, San Fernando y Santa Cruz hay hogares, llevados por religiosas, que velan por adultos mayores, algunos de los cuales no tienen a nadie cercano a su lado; ver el cariño con el cual son atendidos, lo aseado y digno de cada uno de esos hogares, todo habla de la dignidad de los que ahí son atendidos. También me ha tocado ver en no pocos hogares donde con tanto cariño y dedicación los mayores y enfermos son atendidos, y aunque a veces hay cansancio en las familias, el saber apoyarse entre ellos y en la fe, les dan las fuerzas para continuar velando con cariño por aquellos que tanto les dieron.
En nuestras fiestas gritamos con orgullo ¡Viva Chile!, creo que debiéramos aprender a gritar ¡Qué Chile Viva!, sí, que nuestra patria viva en sus niños, que nacen y crecen con alegría y seguridad; que Chile viva en sus enfermos y ancianos, que son atendidos y cuidado con cariño; que Chile viva en su gente que sabe trabajar, progresar y sabe también cuidar de aquellos que lo necesitan sin desentenderse de ellos. Que Chile viva porque los que aquí hemos tenido la gracia de nacer o los que hasta nosotros han llegado, tengan de verdad pan respeto y alegría.
Que la Virgen del Carmen y Santa Teresita rueguen por nosotros y nos alcancen del Señor esta gran bendición.
+Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua