Hermanos y hermanas:
El mes de agosto está dedicado en Chile a reflexionar sobre la virtud de la solidaridad. La razón de esto la encontramos en que, en el corazón de este mes, los católicos y los chilenos recordamos a San Alberto Hurtado, campeón de la solidaridad y quien con su ejemplo y motivación nos anima a vivirla con alegre entrega.
En la Palabra de Dios encontramos una invitación a darle sentido a nuestra vida sirviendo a los más necesitados. En el profeta Isaías encontramos el siguiente texto: “¿No saben, cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libre a los oprimidos, compartir tu pan con el hambriento… entonces tu luz surgirá como la aurora…”. Para quienes creemos hay una unión vital entre el amor a Dios y el amor al prójimo. “El que dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso…”. La solidaridad ha de surgir entonces, como la expresión directa del amor a Dios en nuestros hermanos. La solidaridad implica gratuidad. San Juan Pablo II en su visita nos dijo: “La solidaridad implica sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ellos, actuar con rigurosa coherencia”.
Muchos santos a lo largo de la historia dan testimonio que sus vidas han cambiado cuando han entrado en contacto con las personas que sufren, y con aquellos que viven la exclusión y la marginación. San Francisco, Santa Teresa de Calcuta, San Alberto Hurtado lo corroboran. También no creyentes experimentan el gozo de servir, y crecen en humanidad precisamente sabiendo sentir con el otro.
Muchas veces decimos que nuestra sociedad es individualista, y hay razón para esta queja, sin embargo, es hermoso constatar la cantidad inmensa de personas que sienten el llamado a servir, a olvidarse de sí mismos y a pensar en el bien de los demás especialmente de los más vulnerables. Son adultos y jóvenes que junto a las tareas que realizan suman el dar tiempo para estar con quienes les necesitan. Las personas que hacen esto han experimentado lo que también nos enseña la Palabra: “Hay más alegría en el dar que en el recibir”. Los que participan de estas acciones solidarias son sin duda personas más agradecidas con lo que tienen, logran ser más fuertes ante la adversidad, crecen en humanidad. El contacto con el dolor y las diferentes necesidades les ayuda a no pensar tanto en sí mismas, sino a crecer entregándose a los demás, a vencer egoísmos y a vivir con más apertura y generosidad. Pienso que, una buena terapia para vencer los desalientos, adicciones, angustias sería formar parte de algún voluntariado de servicio; los pobres y sufrientes serán una buena escuela para ayudar a no dejarse vencer fácilmente por lo adverso y a saber descubrir las cosas simples que dan sentido y esperanza a la vida.
Siempre tendremos motivos para ser solidarios. Unámonos a tantos que ya lo son y que así nuestras vidas se llenen de sentido y que en el mundo haya motivo para mantener la esperanza, porque en él hay mucha gente buena.
Como obispo en Rancagua, me alegra ver cómo hay parroquias donde se vive alegremente la solidaridad a través de comedores, donde no solo se da comida, sino que se da cariño y se le hace sentir a los hermanos lo valiosos que son. Es grato ver a los que preparan y sirven, hacerlo en ambiente de gozo y fraternidad. Emociona ver a jóvenes participar de las rutas solidarias donde junto al café, sándwich o sopa caliente que entregan, tocan en los hermanos la carne de Cristo sufriente, y aprenden a compartir. Es hermoso ver la obra que Caritas diocesana va realizando y cómo hay confianza en esta institución de Iglesia por parte del Estado, que le asigna proyectos que permiten tener albergues, casa de acogida y otros para ayudar y acompañar a tantos, sobre todo durante el duro invierno. Es de destacar el trabajo que, con tan pocos medios, pero con mucho corazón realizan hermanos preocupándose de migrantes, de los enfermos y encarcelados, mucho es el bien que como Iglesia se va realizando, sumado al bien que cada uno de ustedes realiza movido por el amor y por la convicción de que la fe se demuestra con obras.
Vivamos con alegría y fe este Mes de la Solidaridad.
Dios les bendiga
+Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua