- Obispo de Rancagua nos recuerda que debemos anunciar a Jesucristo y la alegría de ser católicos a través de la misión permanente.
Cada año en el mes de octubre de manera especial, la Iglesia, alaba, bendice a Dios y reza por la labor misionera que le corresponde realizar. La finalidad de la Iglesia es llevar a cabo la tarea de la evangelización, es decir, el anuncio de la buena nueva de la resurrección de Cristo a todo el mundo, proclamando el nombre, la doctrina, la vida las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.
Tras la resurrección, Jesús se encuentra con los suyos y los envía a todo el mundo: deben hacer discípulos a todos los pueblos. Él se compromete a acompañar a los suyos en esta tarea. Toda experiencia de belleza y verdad ha de expandirse y qué mejor entonces que enseñar, proclamar la fe que hemos recibido, ¿qué cosa puede haber más bella y verdadera que ella? La fe crece cuando se comparte.
Hoy nos corresponde a nosotros, los que hemos conocido al Señor y creemos en Él, la tarea de llevarlo a quienes no lo conocen y a las generaciones nuevas. Sí, evangelizar es una adecuada respuesta a la crisis de esperanza que afecta a las nuevas generaciones. Qué cosa puede haber más gratificante, sanadora y que nos de seguridad que saberse amado por Dios, saber que estamos en sus manos, que Él cuenta con nosotros para la transformación del mundo y que estamos llamados a un destino glorioso. Tarea nuestra es ayudar a que la gente pueda descubrir el verdadero rostro de Dios. Aquí está el reto fundamental que tenemos como creyentes, ser discípulo misioneros que comuniquemos con gratitud y alegría la fe que hemos recibido como un gran tesoro. Hemos de ser instrumentos del Espíritu de Dios, para que Jesucristo sea encontrado seguido, amado, adorado, anunciado a todos.
En este Domingo Universal de Misiones asumamos la responsabilidad que tenemos de rezar, por los misioneros que, dejando muchas veces, patria y familia van a los diversos lugares para proclamar a Jesucristo y su presencia en medio de los hombres. Aportemos económicamente para ayudar a mantener las obras de caridad que la Iglesia tiene, sobre todo en los lugares más pobres y abandonados del mundo, y sintamos también el llamado a ser cada uno de nosotros, aquí y ahora, misioneros del evangelio, cuidando la fe en nuestros hogares y familias, orando e invitando a orar, hablando de Jesús a otros, mostrando la alegría de la fe. Sí, hoy, nuestros ambientes también son lugares de misión.
Nuestra región, hace ya más de 450 años que comenzó a recibir el anuncio del evangelio, la impronta cristiana y católica de su gente es innegable, por lo mismo, al cumplirse ya el centenario de esta Iglesia como diócesis de Rancagua, necesitamos renovar el espíritu y fervor misionero que, nos lleve a anunciar a Jesucristo y la alegría de ser católicos, para que en el corazón de los hijos e hijas de estar tierra haya esperanza, fortaleza y constancia para que podamos proclamar que: Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia.
Que Dios les bendiga.
+ Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua