Monseñor, durante cinco días nuestra diócesis tuvo la visita del Nuncio Apostólico, en una agenda bastante apretada ¿cuál es su evaluación de esta visita?
Considero que fueron días como una verdadera misión. El Nuncio al partir el domingo 2 de septiembre, en la tarde, de regreso a Santiago, me manifestó su gozo y su alegría. El, con su sencillez, con su cercanía pastoral, mostró el reflejo de Jesús Buen Pastor. Tuvo contacto con todos los mundos del sufrimiento, representados en el Pequeño Cottolengo, el Hospital Regional, la Cárcel de Santa Cruz, el Hogar de Ancianas de San Fernando, lugares donde se expresa el amor de forma tan elocuente al servicio de esos hermanos con diferentes capacidades físicas, biológicas, sicológicas, etc.
Luego el contacto profundo con la gente, tanto como sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, diáconos, los peregrinos de Pelequén, la gente sencilla, que con un gozo inmenso inauguraba el templo de Santa Rosa en Puente Alta. Todo aquello fue una expresión de amor, de cercanía. El Nuncio me decía: cuanta riqueza, cuanta vida hay que normalmente no sale en los medios de comunicación, pero esa es la Iglesia viva, la Iglesia de las comunidades. Yo diría que su visita fue, como él decía, y afirmaba en sus intervenciones: “Yo soy un compañero de camino, alguien que, como ustedes, ama a Jesucristo y quiere vivir el mensaje de Jesucristo”.
Monseñor, el Nuncio Apostólico -en sus intervenciones- hizo bastante hincapié en la Iglesia Universal y también realizó en un fuerte llamado a los jóvenes por las vocaciones sacerdotales, ¿Cree usted que estos fueron los principales mensajes entregados por el Nuncio durante su visita a nuestra diócesis?
Creo que en la línea de contenido están esos dos elementos. Recalcaba muy fuertemente que cada comunidad por muy pequeña que fuera, es parte de una parroquia, de una diócesis, de la Iglesia Universal y nos recordaba que el Papa, en este caso, el Papa Benedicto XVI, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de toda la Iglesia. Creo que ha sido una visión muy hermosa, porque nos saca de nuestras rutinas y de nuestras pequeñas cosas para tener una mirada más amplia, más universal, como es la catolicidad de la Iglesia. Ese aspecto fue fuertemente desarrollado, como también las vocaciones sacerdotales. A los seminaristas les dijo que tienen que tener la generosidad suficiente, para que si el día de mañana la Iglesia, a través del Obispo y la Santa Sede, los necesita en otro lugar de la tierra, tienen que estar disponibles, porque el mensaje de Cristo debe ser anunciado en todas partes, y en algunos lugares hoy hay menos sacerdotes. Entonces, les invitaba a ser generosos, a proyectarse en una visión universal de anunciar a Jesucristo y el Evangelio.
Fue una visita, tanto en el fondo como en la forma, de gran contenido y creo que tendremos que seguir profundizando lo que él nos dijo y los signos de amor que realizó con tanta generosidad.