El obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, señaló que consagrar a seis nuevos diáconos permanentes casados que engrosan las fuerzas apostólicas de nuestra Iglesia, es un don muy grande.
Monseñor, el pasado viernes se ordenaron seis nuevos diáconos en nuestra diócesis ¿es este un número importante de ordenación diaconal?
Efectivamente, el viernes pasado tuvimos la alegría en la Catedral de Rancagua de consagrar a seis personas casados todos ellos con hijos e incluso algunos con nietos, que durante varios años se prepararon para este ministerio, incrementándolo en cerca de 50 en nuestra diócesis. La mayoría de los diáconos de la diócesis son casados y tres o cuatro han optado por este camino en el celibato. El diaconado es un don muy grande, porque representa a Cristo Siervo, es decir, es para el servicio en una triple dimensión: Liturgia; del anuncio de la palabra de dios y en la dimensión de la caridad y solidaridad, la preocupación de los más pobres. Es un ministerio que, hace cerca de 40 años, la Iglesia ha vuelto a recrear, a través del Concilio Vaticano II. Así que muy contento con estos nuevos ministros que vienen a engrosar las fuerzas apostólicas de nuestra Iglesia.
Monseñor, esta ordenación podría significar que en nuestra diócesis se están produciendo más llamados vocacionales en los diferentes ministerios de la Iglesia
Hay actualmente un grupo importante de personas que se está preparando para consagrarse dentro de unos años, Dios mediante. Es una riqueza muy grande que en la Iglesia existan diferentes ministerios: en el sacerdocio está por un lado el Episcopado, el presbiterio y el diaconado. Este ministerio del diaconado permanente viene del Concilio Vaticano II que restauró esta orden de servicio dentro de la Iglesia. Lo interesante es que estos hombres casados que vienen de diferentes profesionales: unos trabajan en El Teniente, otros son profesores, también hay campesino, obreros, tienen una experiencia de vida importante, porque la mayoría de ellos vive la doble vocación, la del matrimonio con todo lo que ello implica y la vocación diaconal de servicio. Es un don muy grande que la Iglesia haya acogido a estos nuevos seis hermanos y, Dios mediante, en un tiempo no muy lejano tendremos la gracia de consagrar a otros hombres para este servicio tan importante.