Monseñor, la próxima semana se celebrará la primera ordenación a diácono en tránsito en perspectiva a la ordenación sacerdotal del año 2013, ¿Qué significado tiene para la Diócesis de Rancagua?
Es una gran alegría la posibilidad de consagrar como diácono en tránsito a Emilio Maldonado, joven originario de la Parroquia de Pumanque, del sector Nilahue Cornejo. El completó sus años de formación y en estos momentos está haciendo su práctica pastoral en la parroquia San Antonio de Chépica, con el padre Claudio Fuenzalida. El ha sido llamado a la orden de los diáconos en la perspectiva de la ordenación sacerdotal, esta celebración la tendremos el viernes 11 de enero, a las 19:00 horas, en Chépica. El año pasado no tuvimos ninguna ordenación sacerdotal, este año es la primera y probablemente dentro de algunos meses este joven será ordenador sacerdote para el servicio de la Diócesis de la Santa Cruz.
Monseñor, ¿Cuáles son los desafíos del Seminario Cristo Rey para este año 2013? ¿Existen jóvenes postulantes al Seminario?
En este año 2013 han sido presentados tres jóvenes: de Machalí, San José de Chimbarongo y de Guacarhue; los tres han sido aceptados para ingresar al Seminario Cristo Rey, es una gran alegría, tres no son muchos, pero para los tiempos que vivimos es una cifra importante. Lo transcendente es que ellos se formen bien junto a los otros seminaristas que están, para que Dios nos regale dentro de algunos años sacerdotes bien preparados que sean hombres de Dios y que tengan la capacidad de amar y de servir a su pueblo con sencillez y humildad. En ese sentido, la tarea del Seminario Cristo Rey es una tarea de enorme importancia porque un sacerdote bien formado hace mucho bien y, por lo tanto, ese es nuestro empeño, nuestro esfuerzo y orar para que Dios nos regale vocaciones buenas que se formen sacerdotes generosos ciento por ciento entregados a Dios y a los hermanos
Monseñor, ¿cuál es el mensaje para los jóvenes que sienten el llamado al sacerdocio y al mismo tiempo a las familias de estos jóvenes?
A los jóvenes que tienen el don de la fe, les diría que cuando se planteen su futuro dentro de todas las posibilidades que se puedan presentar, preguntarse si Dios los ha llamado a una vocación de consagración. Para un joven cristiano lo más importante es descubrir lo que Dios quiere para uno, entonces, si Dios a través de un buen discernimiento los hace comprender que los quiere para sacerdotes, que sean valiente y generosos para decirle que sí; y a las familias cristianas que valoren la ordenación sacerdotal, más allá de los problemas que hemos vivido en el último tiempo en la Iglesia, porque la Iglesia necesita de sacerdotes santos, de hombres generosos y que en toda la comunidad cristiana recemos para que Dios nos regale estas vocaciones y sepamos formarlas bien. Una familia cristiana debe sentirse honrada si Dios se fija en uno de sus hijos para llamarlos a una vida de consagración. El llamado es a rezar con perseverancia para que Dios nos regale vocaciones generosas, que sean muy bien preparadas para servir al pueblo de Dios.