Muy queridos hermanos y hermanas, el Santo Padre, el Papa Francisco, la tarde del 24 de diciembre ha abierto la Puerta Santa en el Vaticano y ha dado así inicio al Año Jubilar 2025.
En la parroquia de Santa Cruz el 29 de diciembre tuve la alegría de dar inicio también a este Año Jubilar en nuestra Diócesis de la Santa Cruz de Rancagua, que coincide también con el año del centenario de nuestra diócesis.
¿Qué es un Año Jubilar? ¿Qué significa? ¿Cómo involucrarnos nosotros en esto que llamamos un tiempo de gracia? En la Sagrada Escritura, en la Biblia y en el Antiguo Testamento (en el libro del levítico, en el capítulo 25), se nos dice que Dios le dice a su Pueblo, a Israel, que cuando ellos entren en la tierra prometida les va a ir dando normas, indicaciones de cómo tendrán que vivir, de cómo tendrán que cultivar la tierra. Y les va a decir también que cada 50 años ellos celebrarán un tiempo de gracia, un jubileo, un tiempo de renovada esperanza. El Pueblo de Israel, ahí en la tierra prometida, ese año no cultivará la tierra; se condonarán las deudas; los esclavos alcanzarán la libertad. Ese año podrán beneficiarse mucho de la generosidad de todos, es un tiempo de gracia, es un tiempo de esperanza, así lo quiso Dios y se lo pidió a su pueblo. Eso que nos dice la Sagrada Escritura es lo que la iglesia, desde el año 1300, nos viene invitando a realizar cada 50 años, un año jubilar. Ahí está entonces la tarea de cada uno de nosotros, los cristianos, que en cuanto de nosotros dependa, procuremos estar en paz con todos, y si estoy lejano a alguien o hay alguien apartado de mi vida, quizás acercarme, para hacer que esa persona pueda entrar nuevamente en mi corazón en este año de gracia.
Cómo no sentirnos motivados a poder vivir la generosidad en las mil formas que tiene ella de manifestarse, pero con ese sentido de querer que sea un año donde la esperanza pueda renacer en el corazón de toda la gente. Muchas son nuestras preocupaciones, en la vida de tantos hay una cuota de angustia, de dificultades, entonces es bueno poder tener este año jubilar. Coloquemos lo que esté de nuestra parte. Abramos nuestro corazón así como el Papa abrió la puerta como diciendo, “pasemos a un espacio nuevo”, que así también nosotros podamos abrir la puerta de nuestro corazón para que muchos entren dentro de nosotros y podamos nosotros entrar en la vida e involucrarnos en la vida de los demás, para bien de todos nuestros hermanos. Cómo quisiéramos que también en el mundo este año jubilar pudiera tener su repercusión. Sin duda, la iglesia llamará a los gobiernos y llamará a las distintas instancias e instituciones a dar como pasos concretos de acercamiento, de reconciliación, de vivir más la justicia, más la caridad, para que renazca en definitiva la esperanza en el corazón de todos. No sin razón el Papa la ha puesto como lema a este año jubilar y nos ha dicho “peregrinos de la esperanza”. A eso estamos invitados todos nosotros, los cristianos. Y, lo primero que tenemos que hacer como creyentes es dejar que el Señor entre en nuestros corazones, en nuestras vidas. Estamos celebrando el tiempo de Navidad y nos sentimos motivados a hacer mejores, a cambiar. Pues bien, esos sentimientos podemos mantenerlos a lo largo de todo este año y que Jesús entre en nuestras vidas y pueda renacer así también en nosotros la esperanza.
¿Para qué vino el Señor ? En primer lugar, el Señor vino para hacernos sentir el amor de Dios y para el perdón de nuestros pecados. Por eso, este tiempo de gracia es un año de misericordia, es un año donde nosotros tenemos que experimentar ese amor de Dios que nos levanta de nuestras caídas, de este Dios que perdona nuestros pecados y, por eso, junto a todas aquellas obras de caridad y de servicio que podamos hacer en este tiempo, debemos buscar sobre todo este encuentro con Dios, el perdón del Señor y, de manera especial, el sacramento de la penitencia (de la confesión). En este año jubilar, la iglesia derrama su bendición sobre todos aquellos que, arrepentidos de sus pecados, piden perdón en el sacramento de la confesión, y peregrinan hacia esos lugares especiales que la iglesia dispone en este tiempo como lugares de gracia. Son lugares de encuentro, lugares de peregrinación.
Les invito a que en esta diócesis de la Santa Cruz de Rancagua renazca la esperanza en la gente, a que estemos atentos a las necesidades que hay a nuestro alrededor, visitemos a los enfermos, estemos cerca de los presos, sepamos acoger bien a los migrantes y que busquemos la forma de que la esperanza se renueve en el corazón de todos y también en nuestro propio corazón. Por eso preparemos y vayamos disponiendo nuestro corazón para una buena confesión y para esas hermosas peregrinaciones que tendremos que hacer a los lugares santos.
En nuestra diócesis de la Santa Cruz de Rancagua hemos decidido que los lugares donde se va a ganar el jubileo son: en el Santuario de la Purísima de La Compañía; en el Santuario de Santa Rosa de Lima, en Pelequén; en el Santuario de San Judas Tadeo, en Malloa; en el Santuario de la Virgen, en Puquillay; el Santuario de la Virgen de la Merced de Alcones; en el Santuario de San Andrés, en Ciruelos, y en el Santuario de San Expedito, en Rosario. Esos serán los lugares donde el Señor estará derramando su gracia, cuando nosotros como Pueblo de Dios, peregrinemos con ese corazón abierto para que Jesús entre en nuestras vidas, para que Él camine con nosotros, y comencemos a vivir este año jubilar. Somos peregrinos de la esperanza, sepámonos siempre muy amados por Dios.