Llevando la Obra de Dios a los Privados de Libertad

Jueves 03 de Abril del 2025
“Estuve en la cárcel y me fueron a ver”, dice el Evangelio, y eso es justamente lo que hacen los miembros de la pastoral penitenciaria: Un apostolado de fe y compromiso con Dios y el prójimo.

Una tarea difícil y poco comprendida realiza un grupo de voluntarios, que lleva la luz de la fe a quienes más lo necesitan: los privados de libertad. La Pastoral Penitenciaria es una misión desafiante, pero llena de frutos espirituales, en la que cada nuevo voluntario es una bendición.

Recientemente, Patricio Silva Salazar se unió a esta labor, cumpliendo una promesa hecha a Dios. Con experiencia en este apostolado en Australia, ahora desea dedicar los últimos años de su vida a compartir la Palabra en el Centro de Reclusión de Rancagua. “La cárcel es el lugar preferido del demonio, él está todas las esquinas. Es una batalla muy grande cuando tú entras con una cruz en tu pecho, o con la Biblia en la mano (…) pero con la ayuda del Señor todo es más fácil”, señala Patricio.

Junto a Fernando Collado, quien lleva cerca de 10 años en este servicio, han comenzado a visitar a los internos, llevando apoyo espiritual y material. Fernando no sólo ha trabajado en la cárcel de Rancagua, sino también en otras como la de Peumo, y destaca la buena acogida de los reclusos: “Nos tratan muy bien. Algunos buscan la ayuda material (les llevan artículos de aseo), pero otros realmente se interesan en la Palabra de Dios, y eso es maravilloso”.

Uno de los hitos más importantes ha sido el retorno de la celebración de misas dentro del penal, pues desde que están sin capellán no había eucaristías periódicas. Actualmente, gracias al apoyo del Decanato de Rancagua, un sacerdote acude mensualmente para celebrar la Eucaristía, confesar a los internos y brindarles acompañamiento.

 

El llamado a servir

Son muy pocos los voluntarios que están trabajando en esta área y es inevitable pensar en la señora Silvio Pacheco, quien falleció el año pasado, y que hasta el final de sus días acudía a asistir espiritualmente a los internos. Hay otras personas, que apoyan de una u otra manera, recolectando ayudas o rezando, pero igual faltan manos solidarias.

Así, Patricio invita a más personas a sumarse a esta misión: “Si crees en Dios, no basta con ir a la iglesia, confesarte y comulgar. Dios nos dice: ‘Anda y pasa mi palabra al mundo’. No importa si crees que no tienes el bla bla necesario, porque Dios te guiará”.

Por su parte, Fernando Collado reconoce que no es fácil encontrar nuevos voluntarios, por el estigma de la cárcel. Por ello cuando se acerca a la gente comparte testimonios que muestran el poder de la oración y la fe. Recuerda el caso de un interno en la cárcel de Peumo que se sentía solo y triste porque nadie lo visitaba, contaba que tenía tres hijas y que ellas no iban. Por eso, le propuso orar por sus hijas, y al poco tiempo, ellas llegaron a verlo. “Mira qué maravilla. Así que le dije: Eso no es obra mía, es obra del Señor. Por eso debemos acercarnos a Él”, reflexiona.

La Pastoral Penitenciaria necesita más manos y corazones dispuestos a llevar esperanza a quienes buscan una oportunidad para cambiar sus vidas. “Hay que compartir estos testimonios para que la gente vea la importancia de esta labor”, concluye Fernando.

Si sientes el llamado a servir y quieres ser parte de esta misión, la Pastoral Penitenciaria te espera con los brazos abiertos.