Una amplia convocatoria se está realizando para participar en el Seminario sobre Eutanasia y Muerte Digna, que está organizando el Obispado de Rancagua y los Misioneros Identes., que tendrá lugar en el Salón auditorio del Obispado de Rancagua el próximo 8 de mayo desde las 9 horas.
La actividad se realiza en el marco del centenario de la Diócesis de Rancagua, tal como señala el padre Ángel Rodríguez Guerro mid, quien está encabezando esta iniciativa.
Según lo que indica: “El obispo Guillermo Vera nos pidió que así como hemos tratado la vida en el nacimiento -en un seminario realizado en octubre del año pasado-, ahora tratemos la vida en su fase final, después de la muerte y resurrección de Cristo”.
En cuanto a quienes va dirigido este seminario, el sacerdote es claro e indica que: “A todos, especialmente a los profesionales de la salud, médicos, enfermeros, cuidadores, pero también a quienes toman decisiones sobre los jóvenes y los niños. Queremos ofrecerles herramientas, razones justificadas, que no sean ni forzadas por la ciencia ni impuestas por la moral. Estos dos mundos tienen que explicarse mutuamente”.
El padre Ángel ya ha publicado un libro sobre la vida, el aborto y la eutanasia, y tiene otro en camino. Pues es un tema que concita mucha atención. “La vida es una, siempre. No cambia si termina a los tres meses en el seno materno o a los 90 años de manera trágica. Lo importante es cómo se entiende y se vive ese final. A veces no se deja que la enfermedad lleve su curso, sino que se decide cortar la vida intencionalmente, o porque la persona lo pide, lo cual es muy raro”, acota.
¿Usted ha trabajado en estos temas fuera de Chile también?
Sí, he trabajado en Italia, en Bolonia y Milán, también en Ecuador, y por supuesto aquí en Chile, en la Universidad Católica. Nunca me he encontrado con un caso real de alguien que, en condiciones adecuadas, diga que quiere morir. Una vez en San Rafael de Milán, había un paciente que gritaba “quiero morirme”, pero descubrimos que estaba mal sedado, mal atendido y olvidado. Cuando lo cuidamos correctamente, ya no quería morir.
La normalidad es ir al médico para curarse, no para que lo maten a uno.
¿Qué opina sobre los proyectos de ley para legalizar la eutanasia?
Una cosa es lo que dice la ley y otra es lo que dicta la moral. La ley puede permitir abortar, pero una madre puede optar por tener a su hijo, incluso si sabe que vivirá solo un día. Lo bautiza, le pone un nombre y lo deja ir. Esa actitud tiene un valor enorme en la conciencia humana.
Hay una desconexión entre el discurso legal y la experiencia real. A mí, en 20 años en la Católica, nunca me ha tocado ver un paciente que pida la eutanasia. Eso es más bien un tema de periodistas y gobiernos que buscan impresionar al público. La realidad médica es otra.
¿Cómo se puede abordar esto en el campo médico?
Hoy tenemos medicinas más que suficientes para controlar el dolor. Si un paciente muere por un aumento en la dosis de morfina mientras intentábamos aliviarle el dolor, no es eutanasia. Es parte de garantizar una muerte digna. Lo indigno es mandar a una persona al otro mundo gritando de dolor, como un animal acorralado.
El seminario busca justamente eso: abrir el diálogo entre quienes creen que la eutanasia es necesaria y quienes no. Queremos dar herramientas, especialmente a profesionales de la salud, educadores, y tomadores de decisiones, para que puedan actuar con argumentos bien fundamentados.
¿Cree usted que hay detrás una razón económica o ideológica?
Sin duda hay un trasfondo económico y político. Hay personas que viven sin esperanza, que no creen en Dios ni en la medicina actual, y tienen miedo al dolor. Quieren dejar un testamento que diga: “Si me enfermo, que me den un jeringazo y se acabe todo”. Eso es egoísmo humano: yo decido, no dejo que Dios tenga la última palabra.
Hay una ilusión tremenda en poner el corazón solo en este mundo. Pero este mundo no tiene gloria que ofrecernos. Basta con ir al cementerio para darse cuenta. La única gloria que existe es la que viene de Dios.
¿Qué sucede en países donde ya se ha legalizado la eutanasia?
En Holanda, por ejemplo, una vez que se hizo la ley, empezó la “colina deslizante”. Comenzaron con los enfermos terminales, luego con personas con discapacidad, luego incluso con niños en el vientre materno. Se llegó a un punto en que la gente tenía miedo y viajaba a curarse a Alemania.
Incluso hubo enfermeras que no soportaban los gritos de dolor —porque no había cuidados adecuados— y comenzaron a aplicar lo que llamaron “criptoeutanasia”: subir la dosis de morfina hasta matar al paciente sin que nadie lo supiera. Y como había una ley, se sentían de alguna forma protegidas.
La invitación queda extendida a participar el 8 de mayo en este interesante seminario. Mas informaciones en: dpto.com.rgua@gmail.com