“Es una comunidad receptiva, que quiere hacer cosas, que busca su fe y que no
pierde la esperanza. Eso es muy valioso y nos habla de una Iglesia viva”, comenta
el párroco de Nuestra Señora del Carmen, padre Alejandro Jorquera, que repasa su
camino junto a una comunidad viva, que acoge, se compromete y busca
encontrarse con Cristo. Un testimonio que refleja el alma de la Iglesia en salida y el
rostro pastoral de una parroquia que es hogar.
Un camino recorrido con fe
En la localidad de Graneros, la parroquia Nuestra Señora del Carmen se ha
convertido en un verdadero lugar de encuentro. Así lo expresa el padre Alejandro
Jorquera, quien desde hace diez años acompaña a esta comunidad como párroco.
“He sido muy bien acogido, y eso me ha ayudado a crecer también como
sacerdote”, afirma. Su testimonio refleja la vida de un pastor que camina con su
gente, en medio de alegrías y desafíos.
Durante esta década, marcada por tiempos complejos como la pandemia y los
cambios sociales, el padre Alejandro ha visto cómo la comunidad se ha mantenido
en pie, mostrando su fe y su confianza en Dios.
Catequesis y Sacramentos
La vida pastoral de la parroquia se expresa en diversas acciones concretas. Una de
las más significativas es el trabajo catequético, que involucra a niños, jóvenes y
adultos. Cada año se preparan en promedio 180 personas para recibir el
sacramento de la confirmación. “Incluso en pandemia, con autorización del obispo,
celebramos el sacramento con 150 personas. Eso demuestra el compromiso de la
comunidad”, señala.
Sin embargo, el padre reconoce que uno de los grandes desafíos es mantener viva
la pastoral juvenil más allá de los sacramentos. “Antes de la pandemia teníamos
grupos activos. Hoy estamos retomando de a poco, buscando formas de invitar y
acompañar a los jóvenes”, indica.
Junto a eso, destaca el valor de la religiosidad popular, especialmente la celebración
del Cuasimodo. Aunque no convoca multitudes, quienes participan lo hacen con
entusiasmo y compromiso. “Es parte de nuestra identidad, y mantener vivas estas
expresiones ayuda a fortalecer la fe desde nuestras raíces”, explica.
Celebrar con el corazón abierto
Cada 16 de julio, la parroquia celebra a su patrona, la Virgen del Carmen, de una
manera muy particular. En lugar de la tradicional procesión, la comunidad organiza
una gran “porotada”, donde se comparten más de 300 platos con personas en
situación de calle y familias que lo están pasando mal. “Cada grupo pastoral se
encarga de invitar y acoger. Es almuerzo solidario que expresa lo que somos como
comunidad: una Iglesia que sirve, que celebra compartiendo”, relata con orgullo el
sacerdote.
A esta acción se suma el comedor parroquial, iniciativa liderada por el diácono
Carlos Martínez, que funciona en un sector cercano. Allí se entregan almuerzos a
quienes más lo necesitan. “Es una obra de misericordia que ha ido creciendo, y
queremos que más personas se involucren. Porque servir al hermano es también
encontrarse con Cristo”, afirma el padre Alejandro.
Desafíos de una comunidad en misión
En este año de Jubileo y Centenario de la Diócesis de Rancagua, la parroquia
también mira hacia el futuro. El padre Alejandro identifica como prioridad fortalecer
la participación de los jóvenes, promover una mayor vida espiritual y acompañar las
realidades de sufrimiento que viven muchas familias.
“La mayoría de los agentes pastorales son adultos mayores. Necesitamos sembrar
en los más jóvenes el deseo de servir, de evangelizar, de participar. Esa es una
misión compartida”, reflexiona. Al mismo tiempo, han surgido nuevas inquietudes
espirituales: “Hay quienes piden retiros, espacios de adoración, y estamos
trabajando para responder a esas búsquedas”.
La parroquia está organizando peregrinaciones al Santuario de La Compañía, con
motivo del Año Jubilar. La idea es que todos puedan vivir este tiempo de gracia,
ganar la indulgencia plenaria y profundizar en su fe. “Nos estamos preparando con
confesiones, formación, y animando a los grupos a participar. Queremos vivir este
año como un verdadero encuentro con la misericordia del Señor”, señala.
Una comunidad que es hogar
El padre Alejandro manifiesta su agradecimiento a toda la feligresía y deja un
mensaje lleno de esperanza: “La parroquia no es solo un edificio. Es el lugar donde
nos encontramos con Cristo y entre nosotros. Es un hogar que acoge, que escucha,
que consuela y que anima. Agradezco profundamente el testimonio de tantos laicos,
catequistas, voluntarios… sin ellos la Iglesia no camina”.
En la parroquia Nuestra Señora del Carmen, la fe no es solo un rito, sino una
experiencia viva de comunidad, misión y esperanza. Allí, entre porotos compartidos,
confirmaciones llenas de alegría y jóvenes que buscan su lugar, late el corazón de
una Iglesia que sigue creyendo que el amor de Dios se construye juntos.