Nulidad eclesiástica: Acogida en el dolor

Lunes 02 de Junio del 2025
El padre Marcelo Lorca, Vicario Judicial de la Diócesis de Rancagua, se refiere en una entrevista al proceso de nulidad matrimonial en la Iglesia Católica. “La Iglesia no cierra las puertas. Cada historia merece ser escuchada y tratada con respeto y profundidad”.


El padre Marcelo Lorca, Vicario Judicial de la Diócesis de Rancagua, explicó en una entrevista los
aspectos fundamentales del proceso de nulidad matrimonial en la Iglesia Católica, una instancia
pastoral y jurídica que permite declarar inválido un matrimonio desde su origen si no se cumplieron
adecuadamente las condiciones para su validez.
En ese contexto, en Rumbos quisimos aclarar algunas dudas que surgen en este proceso, que sin
duda provoca mucho dolor. “Cada caso es particular y merece su estudio propio y también
detallado en cada situación”, por eso el padre es cauto en hablar de generalidades, pues se pueden
crear falsas expectativas.
Es que a diferencia del divorcio civil, que disuelve un vínculo legal entre dos personas, la Iglesia
sostiene que el matrimonio sacramental es indisoluble. “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre”, recordó el padre Marcelo. Por ello, la Iglesia no reconoce el divorcio como una disolución
del vínculo sacramental. Sin embargo, sí contempla la posibilidad de que un matrimonio nunca haya
sido válido desde el inicio, y en esos casos procede el estudio de una eventual nulidad. “La Iglesia
no cierra las puertas. Cada historia merece ser escuchada y tratada con respeto y profundidad”.

¿Quién puede pedir la nulidad?
Cualquier persona que se haya casado por la Iglesia y crea que su matrimonio pudo haber sido
inválido puede iniciar este proceso. Pueden venir los dos o sólo uno de los dos cónyuges. Ellos
deben acudir en primera instancia a su párroco o directamente al Tribunal Eclesiástico. En la
diócesis son recibidos por el canciller del tribunal eclesiástico, Diácono Francisco Badilla, quien los
entrevista.
¿Cómo es el proceso?
El proceso comienza con un relato personal detallado sobre la historia del matrimonio, desde el
noviazgo hasta la ruptura. Luego, el tribunal realiza un estudio preliminar para determinar si hay
fundamentos para iniciar una causa formal. Si se considera procedente, se convoca a testigos, se
incluyen testigos, peritajes psicológicos y se conforma un equipo compuesto por jueces, abogados y
el defensor del vínculo, quien argumenta en favor de la validez del matrimonio.
“Quienes conocemos la situación somos los que conformamos el equipo del tribunal eclesiático y la
situación se estudia con seriedad y también con mucho respeto porque no deja de ser una situación
delicada y muchas veces dolorosa. Es un proceso que va a abrir muchas heridas que quizás estaban
cerradas o que se pensaban que estaban cerradas”, señaló.
Por ello se estudian todas las aristas y en promedio, la causa tarda entre un año y un año y medio
en resolverse.
El padre Marcelo también enfatizó en ese aspecto que el proceso de nulidad no es automático ni
debe tomarse a la ligera. Se trata de una investigación seria, confidencial y pastoral, que busca
esclarecer la verdad y ofrecer caminos de sanación a quienes han vivido situaciones matrimoniales
dolorosas.

Si el tribunal declara la nulidad, y tras el proceso formal de inscripción en los registros
eclesiásticos, la persona queda libre para volver a casarse por la Iglesia. “Muchos, sin embargo, no
regularizan su situación y siguen en relaciones irregulares. Por eso, animamos a abrazar
nuevamente el matrimonio sacramental, que permite vivir con plenitud la vida de fe”, concluyó el
vicario judicial.

La comunión y los divorciados
El padre Marcelo aclaró un punto frecuente de duda entre los fieles: “Una persona que se ha
divorciado civilmente no queda automáticamente excluida de la comunión eucarística. Lo que
impide recibirla es mantener una nueva relación estable sin haber recibido la nulidad eclesiástica.
Aun así, “esas personas pueden participar activamente en la vida parroquial y comunitaria”,
explica.