A la edad de 91 años falleció este 23 de junio monseñor Javier Prado Aránguiz, quien fuera Obispo de Rancagua entre 1993 y 2004.
Mons. Javier Prado en 1947 ingresó al Seminario de la Congregación de los Sagrados Corazones y fue ordenado sacerdote en 1953. En su última entrevista con la revista diocesana de Rancagua Rumbos -cuando cumplió 60 años de sacerdocio- contó sobre su la razón por la que ingresó al sacerdocio y señaló que “la vocación es un llamado del Señor. Debo confesar que yo sentí ese llamado desde muy niño. Me atraían mucho las celebraciones litúrgicas y hasta "jugaba" a celebrar misas. Me atraía el servicio pastoral, sobre todo en las misiones en el campo de la familia, en San Vicente de Tagua Tagua, y las visitas que, como alumno del Colegio de los Sagrados Corazones de Santiago, hacíamos a los niños con cáncer del Hospital Arriarán. Sentía que mi vida podía ser útil a los demás en el servicio ministerial”.
Además, indicó que eligió ingresar a la Congregación de los Sagrados Corazones porque “me gustaba su espiritualidad centrada en el amor del Corazón de Cristo y de su madre María”.
EPISCOPADO
El 13 de julio de 1984 el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de Iquique y en 1988 es designado Obispo Auxiliar de Valparaíso, acompañando en el gobierno de la diócesis a monseñor Francisco de Borja Valenzuela.
Posteriormente, el 16 de abril de 1993 fue designado Obispo de Rancagua, cargo que desempeñó hasta el 23 de abril de 2004, cuando el Santo Padre aceptó su renuncia, presentada al cumplir los 75 años, y desde esa fecha pasó a ser Obispo Emérito de Rancagua
“Once años fui Obispo de Rancagua. Hubo cosas muy hermosas en el ámbito pastoral, como las visitas pastorales a las parroquias, el Plan Pastoral, las Misiones, las 55 mil confirmaciones que administré personalmente, etc. Pero una de las cosas que, a mi juicio, al menos, me pareció importante fue dotar al Seminario de un espléndido lugar, que se adquirió restauró y amplió con muchas ayudas venidas del Alemania, de la misma Diócesis y de amigos personales. Hoy me da mucho gozo cuando he podido volver a él, aunque sea por una breve visita. Se agolpan los recuerdos gratos y los bellos momentos vividos en Rancagua. Llegar a Rancagua era volver a mis raíces familiares, aunque con el peligro de que "nadie es profeta en su tierra". Quizá a más de alguien ha molestado mi manera de ser o de actuar y éste es el momento para pedir disculpas, ya que siempre me movió el amor a la Iglesia y el servicio a la comunidad”, indicó en la oportunidad.