Monseñor, durante la próxima semana usted se reunirá con los Comités Permanentes de Perú y Bolivia, ¿Cuál es el objetivo de esta reunión de los representantes de los tres países?
Cada dos años, los tres episcopados han acordado reunirse para tratar diferentes temáticas. La última reunión se realizó el año 2011 en Santiago de Chile y ésta se realiza en la Paz, Bolivia. Es un encuentro fraterno que comienza mañana lunes 21 de octubre después de almuerzo y que culminará el miércoles en la noche; el jueves, Dios mediante, estaremos regresando a Santiago de Chile. Es una reunión de fraternidad para intercambiar opiniones y diálogos en relación a los trabajos en nuestros respectivos países, pero al mismo tiempo para mirar elementos de integración. Sabemos por las situaciones económicas que atraviesan los países del continente y especialmente los limítrofes. En el caso de Chile tenemos una gran presencia de personas venidas de Perú y Bolivia, y uno de los temas que nos va a ocupar precisamente es cómo acompañar a quienes migran, a los que llegan a nuestro país; como también hay chilenos y muchos, especialmente, en Tacna y algunos lugares de Bolivia. Por lo tanto, es una reunión de hermanos obispos con la misión común de dar el mensaje de Jesucristo a todos nuestros hermanos que quieran acoger este mensaje.
Monseñor, ¿esta reunión es una muestra más de la universalidad de la Iglesia Católica?
Sin duda alguna, la dimensión de catolicidad integra a todos los países; cada uno ama a su país de origen, donde nació y donde se gestó su cultura, pero, en dimensión de fe, somos todos ciudadanos de esta patria común que es la Iglesia. Por eso, estos encuentros son de gran provecho. En esta oportunidad, también vamos a analizar el hermoso mensaje que nos entregó el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil, y que nos invitó, precisamente, a que nuestras diócesis y, por lo tanto, nuestros países desde la perspectiva de la fe, conformemos Iglesias acogedoras, cercanas, misericordiosa y que tengamos una preocupación especial por la evangelización, por ser una Iglesia misionera, que vaya a la periferia. Probablemente, al final de esta reunión, emitiremos un mensaje de fraternidad y solidaridad a todos los pueblos y las personas que vivimos en estos tres países, que por historia y tradición, estamos llamados a ser hermanos, por la cercanía limítrofe. Tengo la esperanza de que esta reunión sea muy fructífera para la vida interna de la Iglesia y también para ir logrando una mayor integración de nuestros pueblos hermanos.