Gentileza: Dirección de Comunicación y Difusión, Universidad Católica de la Santísima Concepción
Un modesto ex actor y trabajador de canteras, proveniente de un país castigado por la historia, fue el sucesor 256 de Pedro. El primero no italiano, luego de 456 años de tradición, en dirigir el mundo católico desde el Vaticano rompió también otros esquemas: Karol Wojtyla –entonces Obispo de Cracovia- asumió su pontificado como el Papa más joven de la historia, en 1978. Juan Pablo II contaba 54 años cuando recibió su nombramiento.
Carismático, políglota, valiente, ecuménico, activo, culto, sencillo, con alma de artista y corazón generoso. “El atleta de Dios”, como se le llamaba popularmente, recorrió tres veces la distancia entre la Tierra y la Luna durante su pontificado, si se sumaran los kilómetros de sus 250 viajes apostólicos. El número 33 de ellos lo trajo hasta el último rincón del mundo y, una vez en Chile, el 1º de abril de 1987, visitó también Concepción. En nuestra ciudad fueron casi dos días llenos de simbolismo, como lo recuerda Monseñor Alejandro Goic Karmelic, hace 25 años Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis dirigida por Monseñor José Manuel Santos Ascarza (1916-2007), y hoy Obispo de Rancagua.
“Fue casi un año de preparación, con una cantidad importante de personas distribuidas en tres comisiones, que trabajaron incansablemente para que todo resultara lo mejor posible entre el 4 y 5 de abril, que el Papa estuvo en la ciudad”, recuerda con afecto y ya 72 años en el cuerpo Goic, desde la Región de O”Higgins. Monseñor Santos lo designó justamente a él como responsable de la organización de –literalmente- el magno evento “en un contexto sociopolítico complejo para Chile”, comenta.
Alejandro Goic hace memoria sin mucho esfuerzo, para detallar los entretelones de una visita que marcó el quehacer nacional, a la Iglesia y a los propios involucrados. “Sí me preocupó mucho que hubiera una posible instrumentalización por parte de cualquiera de los sectores políticos, algo muy complicado en ese momento. Pero el Santo Padre fue tan prudente, que eso no ocurrió: con sabiduría y bondad dijo todo lo que tenía que decir, a partir del evangelio”, relata el sacerdote.
En suelo penquista
Pero el paso de Juan Pablo II por Concepción no estuvo exento de algunos sobresaltos. Goic recuerda una anécdota en particular “que ahora sí puedo contar”, en referencia al momento en que el Sumo Pontífice pisó la losa de Carriel Sur. Confidencia que “había alrededor de 100 personas relacionadas con el Gobierno de la época, esperando en el casino del aeropuerto para saludar al Papa y yo mismo me tuve que poner firme. Firme, porque no se había aceptado que laicos como Ramón Abarca y Waldo Muñoz –que habían dirigido comisiones de trabajo por un año- participaran, así que si era necesario, le advertiría de lo que estaba pasando. Me pareció inaudito”, confiesa.
Pero el Obispo Auxiliar expuso la situación al oficial a cargo y el incidente no pasó a mayores, participando las autoridades que debían participar, además de un grupo de niñas del Hogar Buen Pastor, de Concepción. Ellas fueron el primer nexo de Juan Pablo II con la población penquista, y lo conmovieron “con sus caritas llenas de cariño”, recuerda también el actual Obispo de Rancagua. Otro hecho que marcó la jornada fueron las miles de personas apostadas entre Carriel Sur y la Casa del Clero (ubicada en la céntrica calle Cochrane). Goic sintió el impacto de la multitud mientras realizaba el recorrido tras el papamóvil, en un vehículo que también transportaba a Agostino Casaroli, Secretario del Estado Vaticano.
Fue un hombre sencillo el que esa noche se alojó en la Casa del Clero. Apenas una fruta constituyó su cena, luego de ofrecer una liturgia -que fue televisada- e irse a dormir. “Cuando esa noche pudimos leer la homilía que el Papa ofrecería al día siguiente en el Club Hípico, nos volvió a impresionar por el nivel teológico, pero temimos que no alcanzara a ser captada por los participantes”, cuenta Monseñor Goic. Esas dudas se vieron disipadas, pues el Sumo Pontífice estuvo más cerca que nunca de los habitantes de la zona. En las primeras horas del día participó de un encuentro con los enfermos realizado en la Catedral penquista y luego se trasladó al Club Hípico, donde continuó haciendo historia.
Era el domingo 5 abril y el Santo Padre celebró una Santa Misa dedicada al “Mundo del Trabajo”, al cual la Iglesia dedica la Encíclica Laborem Exercens, y que reúne su doctrina en materia de justicia social y empleos. Alejandro Goic recuerda que, al comienzo de esa jornada Juan Pablo II dio nuevamente muestra de su humanidad y generosidad. “He rezado por su madre. Y seguiré rezando por ella”, le aseguraba esa mañana al Obispo Auxiliar, con motivo de la situación crítica de salud en la que su madre se encontraba, en Punta Arenas. Aún se emociona Goic al recordar esas palabras de afecto y aliento, en un momento personal y difícil para él.
En el Club Hípico de Concepción se dieron cita alrededor de 400 mil personas, según las estimaciones de la época. Se respiraba un respeto profundo, pero algo frío al principio, según recuerda el Obispo de Rancagua. Y no porque el público no estuviera emocionado ante la vista de Juan Pablo II, sino porque realmente el nivel teológico de la homilía era algo difícil de digerir. Pero el Santo Padre lo solucionó, él se acercó a cada uno de los asistentes. “Fue la homilía en la que el Papa más improvisó y, en la medida que más improvisaba, más se conectaba el orador con la multitud, con una sintonía que nos sobrecogió”, afirma Monseñor Goic.
A ese encuentro con mineros, pescadores, trabajadores de todos los sectores locales y quien quiso escuchar palabras sabias, lo siguieron pasos por Temuco, Coquimbo y Antofagasta, para abordar en el Aeropuerto Cerro Moreno de esa ciudad el avión que puso fin a una visita que fue despedida por todos los Obispos participantes. Menos uno: Monseñor Alejandro Goic se vio imposibilitado de participar, pues el estado terminal de su madre lo obligó a trasladarse a Punta Arenas, para ofrecer un adiós más doloroso.
Con patrimonio propio
No sólo memorias quedan de la única visita de un Papa al país y nuestra ciudad. Casi el minuto a minuto de su estadía en Concepción es lo que rescata el Museo de Arte Religioso de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, emplazado a un costado de la Catedral. Ahí puede recorrerse un espacio dedicado a Juan Pablo II, en el que se disponen tanto el sitial utilizado por el Santo Padre durante la Misa ofrecida en el Club Hípico, como el cáliz que utilizó e incluso los purificadores, bordados especialmente para la ocasión.
“El próximo martes, además, abriremos una muestra especial dedicada a las imágenes. Monseñor Fernando Chomali nos permitió disponer de las fotografías con las que contaba el Arzobispado, con lo que vamos a ofrecer algo especial y nunca visto por el público”, cuenta Verónica Zamorano, profesional responsable del Museo. Serán 25 fotografías por los 25 años que han pasado desde ese viaje apostólico, pero mientras tanto, es posible disfrutar de todo el patrimonio reunido en este tiempo: medallas recordatorias, el cancionero que animó las celebraciones de la época, e incluso de una muestra del juego de loza que Lozapenco regaló en la oportunidad a Juan Pablo II. El Museo de Arte Sagrado permanecerá abierto incluso el Viernes Santo, entre las 11.30 y las 18.30 horas.
Adicionalmente, y con motivo de la conmemoración del paso del Sumo Pontífice por la zona, la Casa de Estudios ofrecerá una Misa este miércoles 4 de abril a las 12.00 horas, a los pies de la cruz construida para recibir al Santo Padre y que ahora se encuentra emplazada en el Campus San Andrés
Karol, “casi” como usted o como yo
De origen humilde, el joven Lolek, como le decían sus amigos, practicó deportes de montaña hasta que su salud se lo permitió, incluso mientras se encontraba en ejercicio de labores papales. Se destacó como un estudiante excepcional, lector avezado y amante del arte. En la universidad, Karol se dedicó fundamentalmente a la filosofía, lengua y literatura polaca, qué complementó con cursos de oratoria. En 1940 ejerció como obrero de canteras a cinco kilómetros de Cracovia. Fue también profesor de ética en la Universidad Católica de Dublín, bajo el régimen nazi y el comunista.
Una vez investido como Papa, Wojtyla incorporó a su labor pastoral sus experiencias de vida, las mismas que colaboraron en la conformación de una personalidad empática. Sus vivencias íntimas, marcadas por la pérdida natural de sus seres más queridos y por ser –a los 20 años- el único sobreviviente de su familia, tienen mucho de abandono y soledad. Como las de tantos hombres. Juan Pablo II inspiraba confianza personal respecto del otro.
Esa confianza profunda la manifestaron los fieles de todo el mundo el 2 de abril de 2005, cuando una dificultad respiratoria, cáncer al intestino y mal de Parkinson pusieron fin al tercer pontificado más largo de la Historia y el Vaticano anunció la muerte de Karol Wojtyla, a los 84 años. Justo 18 después de visitarnos.